Author: Anfechen
•16:59
Para Paty con mucho cariño, muchas gracias por ser como eres.

Sinceramente, nunca creí que llegaría, pero ahí estaba contradiciendo mis pensamientos y expectativas. El sujeto de la micro volvió a la biblioteca, canceló la multa y decidió hablarme. No era el primero que se espantaba al saber de mi “escucha activa”, pero sí el único que insistía en saber de mi.
Resultaba sencillo mantener un misterio en un mundo de ruido si no podías hacerte escuchar, creo que por eso el no hablar fue el mejor de los consejos que pude recibir. De un modo u otro, yo sabía que albergaba secretos en mi cabeza, de esos que todos conocen pero no se atreven a confesar. La diferencia era que, ellos no lo hacían por miedo, y que alguien como yo ya no tenía a qué temer.
De pronto, el sentido de mi vida se materializó cuando tomé ese libro, lo había pedido Franco, y yo por curiosidad había decidido leerlo de forma minuciosa, como si aquel montón de papeles impresos pudiese decirme algo de él, el caso es que encontré mucho más. Aquel autor me entregó el valor que había perdido y refrescó mi memoria, yo ya conocía esas frases, las había oído en mis primeros años de vida. Investigué un poco y descubrí que ese autor había sido mi cuidador, el único ser humano que había visto potencial en mi, aquel que me ordenó callar sólo para proteger mi existencia. Fue entonces cuando lo decidí, debía continuar con sus ideales y materializarlos, ya no me importaba mantener una vida vacía, pues no tenía nada que perder. Fue por eso que comencé a realizar el boceto de mi historieta, si bien no podía hablar ni gritar como él, tenía otros talentos, para denunciar cada una de las cosas que viví junto a mi indigente amigo, incluyendo la versión real de su muerte.
Me encontraba en eso cuando la radiante mirada de Franco me obligó a tomarle en cuenta, no sé porqué lo dejé pasar, probablemente porque estaba dispuesta a morir por decir lo que en tanto tiempo había tratado de olvidar, y porque cuando crees que tus días están contados, tratas de disfrutar un poco.
El sujeto de la micro era sin duda un luchador, pero no tenía que conocer la triste historia de mi vida, ni mucho menos involucrarse en ella. Sabía que me amaba, el aún pudiendo manifestar con palabras sus sentimientos, lo hacía mucho mejor con una mirada. Y yo, acostumbrada a observar a las personas que me rodeaban supe que ya le había enamorado.
En cuanto a mis sentimientos por él…eso daría para escribir un libro completo. Nunca creí que debería usar tanto el lápiz para escribir lo que sentía, me acostumbraba a usar el portafolios como el mejor medio de comunicación, hasta que apareció él. Hasta que Franco con sus ojos radiantes y oscuros se apoderó de los recuerdos de cada día antes de dormir.
De pronto, se adueñó de cada uno de mis pensamientos, nunca creí que el extenso vocabulario leído en los libros sería pequeño ante semejante sentimiento. Nunca creí que mi mano temblaría y la caligrafía se arruinaría un poco para escribir una palabra tan pequeña, tan nueva, y…tan ajena.
No, no podía permitir que nuestra relación continuase, no quería que me pidiese que fuese su novia, no si con ellos le arrastraría a mi mundo de silencios, a mi mundo de escapes y miedos.
A veces me despertaba a media noche, luego de soñar con aquellos soldados despiadados que una y otra vez mataban al que había sido como mi padre, en cuanto conocí a Franco la víctima se transfiguró hasta tener su cara y era su rostro amable y guapo el que ellos golpeaban.
No arrastraría a Franco a mi mundo, porque si le mataban, el sol no tendría motivos para iluminar ningún día. Porque el mundo perdería no sólo un buen periodista, sino que una preciada cuota de bondad y de justicia.
Desde niña aprendí que quienes luchan no pueden retroceder jamás, que una vez que estás dentro del mundo que agoniza a diario por las injusticias ya no te mantienes por voluntad, es más bien por la marca inalienable de la conciencia, por aquella cálida y agradable cadena que te obliga a no rendirte. Entonces esperas pacientemente a la muerte, porque sabes que vendrá, porque has visto las lápidas de los cementerios, o las listas de nombres de aquellos que fueron callados con balazos, y también sabes que esperaron a la muerte con la frente en alto y sin posibilidad alguna de rendición.

Es cierto, Franco luchaba de forma clandestina, y aunque en algún momento consideré que aquello demostraba su falta de valor, en momentos de reflexión agradecí que el pensase de forma distinta, que actuase de forma distinta, que de ser descubierto perdiera únicamente su trabajo y renombre y no precisamente su vida.

Mi caso era diferente, el trauma había borrado verdades peligrosas y aun cuando los años hubiesen convertido en polvo al hombre que había desenterrado los secretos más crueles del gobierno, las ideas habían quedado grabadas en la memoria de una huérfana. En mi memoria, sin ser escritas jamás por su propia orden.

Ahora las sabría todo el país pues las grabaría en las paredes de cada ciudad, era una misión peligrosa y sabía que me descubrirían al finalizar mi obra, o quizás antes. No podía esperar que tan solo me detuviesen, considerando que vivíamos en una dictadura disfrazada de democracia, donde las armas seguían primando ante la razón y los derechos humanos no eran más que tema de minorías políticas y adolescentes deseosos de cambiar el mundo. Yo sabía mejor que nadie, cómo operaba realmente la justicia. Pues luego de la muerte de mi padre, tuve que huir de cuidad en ciudad y rogar a Dios que mi apariencia cambiara para que dejasen de buscarme, así viví durante tres años vestida de muchacho, hasta que me dieron por muerta y pude obtener una identidad.

Fue por eso que aquella mañana falté a mi trabajo, ya estaba todo decidido, no le comunicaría mi decisión a nadie, ya que era la mejor forma de ocultarme sin implicar a terceros en mi misión.

Sé que Franco va a buscarme, pero también sé lo difícil que es encontrar a una mujer sin voz en medio de un mundo plagado de ruidos. Espero que no sea lo suficientemente perseverante como para emprender una real búsqueda, ni demasiado ingenuo como para reportar mi desaparición a la policía. Honestamente, espero que algún día asalte su mente la idea de que ha imaginado mi existencia.

FIN