Author: Anfechen
•8:52
Mi nombre es…bueno, a quién le interesa el nombre si habrá de olvidarlo con el correr de los segundos o en cuanto acabe de leer esta historia.
Conduzco por la carretera a 120 kilómetros por hora, una velocidad razonable para un adicto a la adrenalina, a la adrenalina…
Me cuesta poder hilar las ideas, porque soy un enfermo psiquiátrico, eso dijo el doctor, que para mí es un idiota, como todos los que escogen la especialidad de psiquiatría. Hay que ser muy soberbio para creerse el cuento de que la mayoría tiene la razón sobre cómo se debe vivir la realidad, y que precisamente él es el encargado de clasificar a los normales y desviados. Ni su beca, ni sus estudios, ni sus años de experiencia en la charlatanería le dan esa atribución.

-Lo siento mucho, colega- dijo palmoteándome la espalda- nadie está libre de esto.

-No soy tu colega- respondí al instante- vi lo incómodo que le ponía tener que entregarme la noticia.

-Ambos somos…médicos- añadió incómodo, nuevamente.

Pero aquello no lo convertía en mi colega, mi juramento hipocrático consistía en ayudar a quien me necesitase sin discriminación, no en arruinar su vida estigmatizándolo con un diagnóstico peor que el cáncer de pulmón. Pues mis órganos estaban sanos, pero aún así no podría seguir trabajando. Le miré indignado y el joven e idiota colega explicó:

-Bueno, ud…tiene antecedentes de esquizofrenia y eso…

-Eso me convierte en culpable- añadí furioso- soy culpable de que mi padre viese la vida de un modo distinto y de que un imbécil lo catalogara como esquizofrénico y también de que a mi madre le sucediese lo mismo- resoplé y me desplomé en el asiento negando con la cabeza.

-Bueno, el que sus padres tuviesen esta patología, incrementa significativamente sus probabilidades de tenerla y ud sabe que es así- añadió desafiante.

-Conozco bien la forma en que los antecedentes genéticos se transforman en penales y alivianan su conciencia al momento de marcarme como loco- respondí con calma.

Continurá
Author: Anfechen
•9:59
Desde su nacimiento una vieja adivina predijo la maldad que ella encerraba y todo lo que haría al crecer. Por lo que rápidamente informaron al Rey. Éste presa del espanto decidió deshacerse de la criatura, mas prefirió delegar la tarea a otro y así lo hizo enviando a la pequeña fuera del reino, ya que nadie sabía con certeza cuántas calamidades traería su muerte. Sin embargo no fue tan fácil. El verdugo entrenado para matar, se alejo con la niña y en el momento en que se disponía a punzar la daga en la garganta de la pequeña, ésta abrió sus ojos negros, le fulminó con una mirada que no era la de un infante y junto con esto una gran fuerza detuvo la mano del verdugo mientras la daga ardía en sus manos y le destrozaba la piel, este atemorizado la soltó y corrió rápidamente. De seguro las bestias se la comerían, él ya había hecho su trabajo. Por su parte la pequeña Elora, como rezaba la medallita que abrazaba su cuello, volvía a caer en un profundo sueño, su madre le hablaba desde la eternidad, lugar al que había ido para no volver luego se su nacimiento.-Vive Elora y has lo que no pudimos hacer juntas.- Elora soñaba, veía cosas que no comprendía, pero sabía bien que sentía.
Un pastor que pasaba por allí no pudo dejar a la pequeña, la cargó en sus brazos y se la llevó a su humilde morada, allí su esposa cuidaría de la bebé.-Es hermosa, exclamaba ésta, la niñita más bella que he visto.-Mientras la cargaba en sus maternales brazos y la acariciaba dulcemente.
Así pasó el tiempo y Elora creció como una niña normal, hija del pastor y su mujer. Mas las visiones siempre la atormentaban, por más que luchara nunca podría apagarlas, una ira enorme le inundaba el pecho cuando oía hablar de la Santa Iglesia Católica, instaurada a fuego y hierro, desde hacía años. Y sólo sentía ganas de destrozar toda aquella oscura e impenetrable institución. Elora veía más allá de ángeles y demonios, razonaba mucho más de lo que estaba permitido. Pronto no soportó más, y mientras rezaban con sus cabezas cubiertas en la oscura iglesia, pagando al sacerdote varios doblones de oro por el perdón de sus pecados, la ira le invadió todo el cuerpo, sus ojos, negros por naturaleza brillaron de un modo que fulminaba a todo aquel que la mirase, tanto que atemorizados retrocedían para alejarse de ella. Su cobrizo cabello largo, parecía encender sus pálidas mejillas y extrañas palabras salían de sus pequeños y rojos labios. Entonces todas las velas se apagaron, las monedas de oro comenzaron a arder en las manos del sacerdote produciendo quemaduras con extraños símbolos, alas, letras y dagas. El sacerdote atemorizado tomó su cruz con ambas manos y avanzó hasta Elora, esta le gritaba- El cielo no se vende, está iglesia no es necesaria para hablar con mi Dios, mi Dios repudia el oro, y te repudia a ti- El Sacerdote rezaba en latín para espantar al demonio que la había poseído, pero Elora continuaba, sin demostrar el menor temor. Luego sus padres se la llevaron rogándole que se disculpara, mas Elora se limitó a sonreír- No es posible queridos padres, un mensajero no se retracta de su verdad- Sus padres se percinaban preguntándose cuánto tardaría en llegar la noticia a oídos del Rey y que castigo recibirían. Elora debería abandonar su hogar, de lo contrario ellos pagarían las consecuencias de su maldad. Después de todo ya cumpliría los diecisiete ya podría valerse por sí sola.

Continuará