Author: Anfechen
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El sólo me miró con un rostro analítico, sabía que era el mejor psiquiatra de todo el país, y eso lo acreditaba la ciudadanía completa, del mismo modo en que aseguraban que yo era uno de los mejores cardiólogos los estándares de calidad y la cantidad de vidas que había salvado.

-Ud…sabe que debe dejar su trabajo en cuánto antes, ninguna dosis de medicamento funcionará si insiste en no tomarla.- agregó con calma.

-Tú no tomarías antiarritmicos si te los prescribo, porque sabes que no tienes ninguna arritmia, por qué debo tomar tus drogas- dije desafiante.

-Su comportamiento no es adecuado, no es normal acudir a un servicio clínico sin zapatos, y con la ropa que usaría para estar en su casa- explicó con cautela.

-Sabes que ese argumento es una imbecilidad, porque no asumes que lo único que te importa es perjudicarme, todos quieren perjudicarme- grité.

-Esquizofrenia Paranoide- concluyó y selló mi sentencia.

-Así le llaman ahora a las llagas que deja la envidia- bramé- Uds. Todos uds, me envidian, saben que soy el mejor cardiólogo.

-Paranoide, repitió con una sonrisa de suficiencia.

Gruesas lágrimas cayeron por mi rostro, la impotencia era tal que era incapaz de reaccionar de otra manera.

-¿Qué sentido tiene seguir?- pregunté en voz baja.

-Añadiré litio, creo que está algo depresivo- respondió mientras escribía una receta.

La recomiendo que abandone su trabajo Dr. Pino, su contrato expira en tres días, pero considerando su estado, no es preciso que asista en esos días, repitió con la sensibilidad de un hacha mal afilada.

-Si tuvieses un problema cardiaco, podrías seguir siendo psiquiatra y te mantendrías muy bien con antiarritmicos o un marcapasos- dije secándome las lágrimas.

-Pero no existen marcapasos cerebrales, si ud tomara sus fármacos, podría…

-Podría estar lo suficientemente dopado y ausente como para no efectuar una cirugía cardiaca- respondí en voz baja, tomé mi receta y salí de la consulta.

Los árboles avanzan en sentido contrario y la velocidad del auto se ha incrementado sin que lo note, el pequeño ruido me trajo a la realidad, era el forzado motor de mi auto. Continúo conduciendo y trato de alejar el recuerdo de mi sentencia, me dirijo a la cárcel, a mi propia cárcel. No pude despedirme de todos los que habrán de requerir de mis servicios. Don Juan, el panadero, será operado por mis colegas, sé que no lo harán tan bien como yo lo habría hecho. Sé que nada será como antes, ni para ellos ni para mí. Sé que me espera una eterna lucha contra la sociedad completa, esa que me impulsó a querer ser mejor persona, a forzar mi cerebro al acumulo de conocimientos con el único fin de salvar vidas. La misma sociedad que no es capaz de entender que el único sentido de mi vida es ayudar a los demás entregando energía cuando ya nadie más puede hacerlo, asegurando una vida nueva cuando ya todo parecía perdido.

Nunca fui un luchador, nunca moví un dedo por mí. Siempre pensé que había nacido para ayudar a los demás y justifiqué mis años de existencia en eso…en eso.

Avanzo hacia mi condena, irremediablemente a mi condena a una velocidad exacta de 180 kilometros por hora, aún no es suficiente para un adicto a la adrenalina. Aún no…
Veo un camión a lo lejos, es de esos que me asustaban cuando aprendí a conducir, siempre cuidé mi integridad física. Ahora mismo, traigo puesto el cinturón de seguridad, no porque desee cuidarme, ya se ha vuelto una costumbre mecánica, algo así como respirar.

Decido hacer algo por mí, por primera y única vez en mi vida, siempre sentí ganas de ser impulsivo, creo que al fin he reunido la energía suficiente, la valentía necesaria, la locura necesaria. Sí, voy a luchar contra mi instinto de supervivencia, a fin de cuentas, me muero día a día, como todos. Pero no todos, tienen un final como el que tendré.

El camión se encuentra a aproximadamente 50 metros de distancia, calculo que a una velocidad de 120 kilometros por hora, sumaremos velocidades amigo…velocidades.
Giro el volante hacia la izquierda con fiereza, el ya no podrá frenar, moriré en seguida. Me pregunto si alcanzaré a notar los tres impactos; el del vehículo, el mío contra el vehículo y el de mi corazón contra la jaula de huesos de mis costillas. Tengo un corazón saludable, nadie sabe más de eso que yo, así que resistiré a la impresión. Ahí viene el camión…Los segundos se han alargado, sé que si me muevo hacia abajo del auto recibiré un impacto menor, pero quiero emoción, así que me enderezo. Me pregunto si tendré un desgarro de aorta al instante y me perderé de algo…
Un ruido ensordecedor, mil vueltas, no distingo nada con claridad, no duele…esperen, ahora duele demasiado, sangre mucha sangre, me gusta la…adrenalina.

Fin