Author: Anfechen
•10:25
Chile se une durante 27 horas con un conmovedor fin, apoyar a niños con discapadidad a través de una fundación de más de tres décadas, la Teletón. Hoy no es extraño observar corazones rojos en las calles, autos pintados con mensajes motivadores que buscan una sola cosa; que tú y yo cuidadanos comunes y corrientes, empre$arios, dueñas de casa, estudiantes, políticos, artistas no tan artistas, seres humanos en general, depositemos dinero en el banco a un numero de cuenta que cada chileno o avecinado en el país conoce mejor que su propio rut. Todo para apoyar a los niños con discapacidad o capacidades especiales, que es el nombre que aprendí ayer cuando Ricardo Montaner lo comentaba a Don Francisco.

En este día no importa tu profesión, oficio, estado civil, tendencia política, atisocial, tu opción sexual, da igual. Sólo importa que todos somos humanos, que todos tenemos un corazón. Así dice el slogan... "Chile un sólo corazón". Entonces puedes ver que los lustra botas trabajan sólo para la teletón, los peluqueros también, las grandes empre$as que no pueden aspirar a tanta generosidad (probablemente por que alguno de sus genes está mutado e impide entregar tanto), se conforman con obligarnos a acumular deudas con la promesa, esa infinita promesa, de entregar 200 millones a la teletón. En fin, todos de acuerdo a sus propios parámetros de generosidad, de moralidad y ética, dan lo mejor de sí, siempre con el fin de obtener dinero a cambio, el que obviamente será entregado a la teletón y aprovechan de mostrarle a todo el mundo lo amables, empáticos y buenas personas que son, todo para apoyar a los niños de la teletón. ¿La respuesta? Es que Chile, hermanos míos, es un país SOLIDARIO, durante estas 27 horas, por supuesto...¿Pensaste que también era así el resto del año?

...Aclaremos la situación el resto del año, esos mismos empre$arios que hoy entregan dinero, a su manera, pero lo entregan. Ellos, los que tienen apellidos compuestos, gringos, o de los vinos finos. Los mismos señores, implementan políticas de trabajo que impiden que las personas con discapacidad puedan desempañarse como cualquier otra en el ámbito laboral...¿Pero no teníamos todos los chilenos un mismo corazón? De este modo, vemos como se cierran puertas, ventanas, aspiraciones y sueños de aquellos que han luchado mucho más que nosotros para conseguir un empleo...

Ahora bien, los señores de la locomoción colectiva, esos mismos que pintaban ventanas con mensajes bonitos de apoyar a la teletón, los mismos que se emocionaban con la idea de alcanzar la meta, se niegan a trasladar a una persona en silla de ruedas el resto del año...¿No era chile Solidario?

...Los pequeñitos en sus escuelas, esos que juntan dinero, rompen sus alcancías con una ternura abrumadora, y con sus dulces vocecitas dicen la cantidad de dinero que ha juntado su respectivo colegio a viva voz el día de la teletón...El resto del año se las ingenia para poner el sobrenombre más cruel posible a aquel compañero/a que es distinto, que no puede caminar, o que lo consigue con dificultad y lo discrimina cada vez que puede. Quizas porque no enseñamos en la escuela que todos tenemos un mismo corazón.

...Los edificios, las escuelas, los centros comerciales, las calles y universidades. Las construcciones en general, las que evidentemente, como todos, aportan con dinero en las 27 horas. Se olvida el resto de los días, que lo ideal para trasladarse en sillas de ruedas son las rampas y no las escaleras.

...La televisión chilena no se queda atrás, el resto del año no vemos a nadie en silla de ruedas, o con ausencia de alguna extremidad, conduciendo un programa de televisión o animando el festival de viña...

He estado pensando por qué ocurre este fenómeno y he llegado a la conclusión de que Chile es una país $olidario, que paga un seguro contra cargos de conciencia, moral, ética, empatía y ayudar real con las personas con discapacidad durante 27 horas, una vez al año, o cada dos años. En el mega evento que simboliza la teletón. Entonces, entregar dinero de las grandes empre$as, de las fuerzas armadas, contar con la participación de autoridades y personajes de todos los partidos políticos, ponernos todos una mano en el corazón y la otra en el bolsillo no es más que un ritual que expresa lo siguiente; "Dí dinero a la teletón, aporté con mi esfuerzo, me sacrifiqué, durante 27 horas, puedo seguir con mi vida normal, discriminando, sin ayudar, sin incorporar a nadie diferente a mí o con capacidades distintas a las mías, sólo porque me choca la diferencia."

En conclusión, la teletón es aquel rito espectacular, el mega evento en el que se contrata el mejor seguro de conciencia, para poder continuar siendo personas individualistas, incapaces de empatizar con el esfuerzo y sacrificio de aquellos que no pueden caminar del modo que camina la mayoría, que no pueden escribir como la mayoría, y sin duda, haciéndoles aún más difícil esa tarea, cerrando puertas en los puestos laborales, negando el trasporte, y maltratando psicológica y emocionalmente de la forma más despiadada posible...

Chile, un sólo corazón cruel, frío, y muy distinto al de todos aquellos que luchan día a día contra la discriminación, de aquellos que con lágrimas en los ojos agradecen nuestra asquerosa hipocresía. De aquellos niños, que espero, en un futuro, hagan de esta una sociedad más cariñosa, más dulce, menos humana, ya que últimamente ser humano o computador, no representa más diferencia que la presencia de cables y teclas.
Author: Anfechen
•18:46
Sí, tenía antes un corazón y también un alma.
Sí, solía ser más amable y también sabía mirar con ternura.
Sí, solía disfrutar del calor de un abrazo y de sus suspiros amorosos.
Pero eso era antes, cuando su corazón latía junto a mi pecho y su respiración me elevaba automáticamente.
¿Ahora? No, ahora es bien diferente, ahora no hay nada, ahora...
Es que todo empezó esa noche, de pronto de forma brusca todo lo construido en varios años se esfumó en un remolino de emociones que no eran buenas...ni positivas. En realidad fue un sólo golpe, y de pronto no supe qué había pasado con mi corazon, al parecer ya no lo encerraba la jaula de mis costillas. Y mi alma, mi alma crujió, muy suavemente, como cruje una hostia cuando se quiebra en las manos de un sacerdote. O como el sonido del clic del mouse de un computador, si ud lo prefiere y es más tecnológico...
Eso fue lo que sucedió Dr. y desde entonces, tengo los síntomas propios de un descorazonado, o desalmado, ¿No dicen que el sistema alma-corazón funciona junto?
Estoy siempre con las manos frías, los labios resecos, un hueco en el pecho y mi alma tirita, como tiritan las estalactitas o las estalagmitas...¿Cuáles son las que penden desde el techo? De esa forma, así tiembla mi alma.
El hueco en el pecho genera un dolor que no es agudo ni crónico, pero es un dolor o quizás no. Es más bien nada, y saber que antes ahí adentro algo palpitaba y era todo... me genera cierto desconcierto. Es eso...desconcierto.
Y mi garganta, sí, se anuda, colapsa yo creo, también elimino una solución translucida y algo salada por los ojos. Es desagradable, aunque alivia el nudo de la garganta, pero luego me escuecen los ojos y también la cara. ¿Ud cree que si lloro de esa forma a diario me quede sin electrolitos?
Me dan espasmos, esos ocurren junto con la eliminación de las lágrimas y mi cara ha cambiado, se ve menos agradable, más abatida.
Yo solía tener un corazón, y como he oído que ud sabe encontrarlo, pensé que quizás si me toma un electrocardiograma, ahí en el trazado averigüemos si es que queda algo...
No es que me incomode vivir así, pero Ud sabe que para vivir en sociedad hay que tener algo de amabilidad, vitalidad, en fin, hay que tener un corazón sano.
Ah...mi problema no lo cubre el AUGE.
De acuerdo, descuide, quien quiere un corazón si ha aprendido a apañárselas sin él.
Despues de todo, se me han agudizado otros sentidos, creo, ud sabe que el organismo siempre compensa la falta de algo con otra cosa...
Siempre, ¿Verdad?
Gracias por atenderme, me voy más tranquila. Si ud. dice que la prevalencia de descorazonados es de un 80% a nivel nacional de acuerdo al último censo, entonces, no debo preocuparme de nada más.
Author: Anfechen
•20:15
Las banderas tricolor se aglomeran en las calles y se apoderan del gris cemento de la ciudad, también opacan el verde de los campos y el blanco de las montañas. En distintos tamaños veo un rectángulo rojo, sobre él otro blanco y un cuadrado azul con una blanca estrella en el centro. Ese símbolo se balancea de un lado a otro con el tradicional viento de Septiembre que en años remotos, agitó únicamente las ramas de un sauce llorón, o las empinadas copas de los álamos.
Un auto abanderado me bocinea, porque no he avanzado la corta distancia de medio metro que le hace creer que alcanzará a pasar con luz amarillo-roja. Le ignoro y me detengo ante el semáforo, un señor que vende millones de los símbolos antes descritos, me ofrece uno sonriendo. Respondo que no y el parece no comprender mi respuesta, pues insiste, en que a mi auto "le falta una bandera, pues no se celebran 200 años todos los días". Sonrío algo incómoda y continúo negándome, mientras pienso cual sería la mejor forma de responder porqué no deseo por ningún motivo tener aquel pequeño trapo danzando de un lado a otro a medida que acelero el motor de mi auto y avanzo a mi destino;
1º Aquel símbolo tricolor del que tanto se enorgullecen muchos, danza con el vaivén del viento de forma indolente, cual si hubiesen motivos para celebrar los 200 años de una Independencia ficticia, fantasmagórica y cruel. Pues, honestamente, a medida que transcurren los años, Chile, depende cada vez más del capital extrangero, a quienes compramos el agua que bebemos, la luz, el teléfono y servicios básicos en general. ¿De qué Independencia me hablan, si es evidente que continuamos siendo una colonia de España?
2º En teoría se celebran 200 años de nuestra independencia como país, lo que no sólo es una cruel mentira que nos hace sentir la falsa sensación de arraigo, se celebran también 200 años de discriminación social y terribles promesas sin cumplir de parte de todos los ladrones de terno y corbata que han prometido solucionar los problemas de desigualdad económica y sólo han aumentado sus ya suculentas cuentas, todo a cambio de nuestras confianza trazada en la línea perpendicular de un voto.
3º 200 años de abuso contra los pobres y de explotación hacia los trabajadores, la que no sólo se expresa en el quebrantamiento de leyes, sino que además, en la creación de documentos que avalan la "legalidad" de explotar al más débil para enriquecer al más fuerte, como si la naturaleza no hubiese explicado ya en más de un millón de tonos, que todo lo adecuado tiende al equilibrio.
4º 200 años en los que los estudiantes de cada generación han tenido que abandonar sus aulas de clase, y dedicar parte sus ocupadas agendas a razonar, debatir y trabajar para obtener una educación pública de calidad, ya que a los poderosos prefieren educarnos como mano de obra, y no les conviene que razonemos más allá de un "sí patrón".
5º 200 años en los que sólo gozan de buena salud quienes tienen el dinero suficiente para lograr buenos niveles de vida, y tratar sus enfermedades, ya que el destino de quien no puede pagar es esperar eternamente por la interconsulta para el exámen que llegará cuando su enfermedad esté avanzada y sin posibilidad de cura.
6º 200 años en los que el pueblo mapuche, luego de haber luchado durante mucho más tiempo contra los Españoles, ha debido continuar su lucha con un país que en lugar de valorar su cosmovisión, la discrimina. Con personas que en lugar de respetar sus tierras, las usurpan y destruyen el medioambiente de modo desmesurado...
200 años en donde se ha hablado de la cultura mapuche en una clase de historia de algún colegio, o donde te han "disfrazado" de mapuche para representar un lindo baile cultural, y luego llegas a casa y ves en las noticias, que los mapuches reales se encuentran tras las rejas procesados por la ley ANTITERRORISTA, por el sólo hecho de seguir defendiendo sus tierras. Es que sólo en Chile, observas al Presidente del país aplaudiendo un acto cultural mapuche por la mañana y aniquilándo la libertad de los mismos por la tarde, siempre, claro está, con una radiante y trabajada sonrisa de suficiencia en el rostro.
7º 200 años de mentiras, persecución y por sobre todo, 200 años de violación a los derechos humanos de todos nosotros, quienes a diario trabajamos para sostener la economía de un país que busca aumentar la desigualdad entre las clases sociales, que no es capáz de entregar los elementos básicos de desarrollo humano para sus habitantes, y que sigue una vez más discriminando, maltratando y celebrando bonitos actos tricolores para hacernos creer que somos parte de una gran fiesta, en donde sonríen juntos por un momento, siervos y señores. Una fiesta que terminará con accidentes, muertes, pérdida de mano de obra, pero que sin duda, finalizará. Y una vez más el jefe volverá a ser tal, y nosotros como esclavos de este sistema, volveremos a humillarnos y perder la poca dignidad que quedaba en busca de una mejor vida, que por cierto, no llegará jamás si continuamos nadando contra la corriente, solos, aún sabiendo que pensamos del mismo modo, que sufrimos los mismos problemas y que juntos podemos cambiarlo...Si tan sólo nuestra voluntad se dejase llevar un minuto por lo que grita nuestra conciencia.
Miro al señor de las banderitas por un segundo más tratando de explicar todo lo que pienso y le repito lenta y seriamente, "no me gustan las banderas chilenas". Él me observa con enfado, cual si le estuviese insultando, el semáforo da la luz verde y ya puedo avanzar a mi destino, donde existirán aún más banderas, y aún más vendedores...
Ahora bien, luego de todo lo que he dicho, ¿Aún quiere ud decirme que pase un Feliz Bicentenario?
Author: Anfechen
•16:59
Para Paty con mucho cariño, muchas gracias por ser como eres.

Sinceramente, nunca creí que llegaría, pero ahí estaba contradiciendo mis pensamientos y expectativas. El sujeto de la micro volvió a la biblioteca, canceló la multa y decidió hablarme. No era el primero que se espantaba al saber de mi “escucha activa”, pero sí el único que insistía en saber de mi.
Resultaba sencillo mantener un misterio en un mundo de ruido si no podías hacerte escuchar, creo que por eso el no hablar fue el mejor de los consejos que pude recibir. De un modo u otro, yo sabía que albergaba secretos en mi cabeza, de esos que todos conocen pero no se atreven a confesar. La diferencia era que, ellos no lo hacían por miedo, y que alguien como yo ya no tenía a qué temer.
De pronto, el sentido de mi vida se materializó cuando tomé ese libro, lo había pedido Franco, y yo por curiosidad había decidido leerlo de forma minuciosa, como si aquel montón de papeles impresos pudiese decirme algo de él, el caso es que encontré mucho más. Aquel autor me entregó el valor que había perdido y refrescó mi memoria, yo ya conocía esas frases, las había oído en mis primeros años de vida. Investigué un poco y descubrí que ese autor había sido mi cuidador, el único ser humano que había visto potencial en mi, aquel que me ordenó callar sólo para proteger mi existencia. Fue entonces cuando lo decidí, debía continuar con sus ideales y materializarlos, ya no me importaba mantener una vida vacía, pues no tenía nada que perder. Fue por eso que comencé a realizar el boceto de mi historieta, si bien no podía hablar ni gritar como él, tenía otros talentos, para denunciar cada una de las cosas que viví junto a mi indigente amigo, incluyendo la versión real de su muerte.
Me encontraba en eso cuando la radiante mirada de Franco me obligó a tomarle en cuenta, no sé porqué lo dejé pasar, probablemente porque estaba dispuesta a morir por decir lo que en tanto tiempo había tratado de olvidar, y porque cuando crees que tus días están contados, tratas de disfrutar un poco.
El sujeto de la micro era sin duda un luchador, pero no tenía que conocer la triste historia de mi vida, ni mucho menos involucrarse en ella. Sabía que me amaba, el aún pudiendo manifestar con palabras sus sentimientos, lo hacía mucho mejor con una mirada. Y yo, acostumbrada a observar a las personas que me rodeaban supe que ya le había enamorado.
En cuanto a mis sentimientos por él…eso daría para escribir un libro completo. Nunca creí que debería usar tanto el lápiz para escribir lo que sentía, me acostumbraba a usar el portafolios como el mejor medio de comunicación, hasta que apareció él. Hasta que Franco con sus ojos radiantes y oscuros se apoderó de los recuerdos de cada día antes de dormir.
De pronto, se adueñó de cada uno de mis pensamientos, nunca creí que el extenso vocabulario leído en los libros sería pequeño ante semejante sentimiento. Nunca creí que mi mano temblaría y la caligrafía se arruinaría un poco para escribir una palabra tan pequeña, tan nueva, y…tan ajena.
No, no podía permitir que nuestra relación continuase, no quería que me pidiese que fuese su novia, no si con ellos le arrastraría a mi mundo de silencios, a mi mundo de escapes y miedos.
A veces me despertaba a media noche, luego de soñar con aquellos soldados despiadados que una y otra vez mataban al que había sido como mi padre, en cuanto conocí a Franco la víctima se transfiguró hasta tener su cara y era su rostro amable y guapo el que ellos golpeaban.
No arrastraría a Franco a mi mundo, porque si le mataban, el sol no tendría motivos para iluminar ningún día. Porque el mundo perdería no sólo un buen periodista, sino que una preciada cuota de bondad y de justicia.
Desde niña aprendí que quienes luchan no pueden retroceder jamás, que una vez que estás dentro del mundo que agoniza a diario por las injusticias ya no te mantienes por voluntad, es más bien por la marca inalienable de la conciencia, por aquella cálida y agradable cadena que te obliga a no rendirte. Entonces esperas pacientemente a la muerte, porque sabes que vendrá, porque has visto las lápidas de los cementerios, o las listas de nombres de aquellos que fueron callados con balazos, y también sabes que esperaron a la muerte con la frente en alto y sin posibilidad alguna de rendición.

Es cierto, Franco luchaba de forma clandestina, y aunque en algún momento consideré que aquello demostraba su falta de valor, en momentos de reflexión agradecí que el pensase de forma distinta, que actuase de forma distinta, que de ser descubierto perdiera únicamente su trabajo y renombre y no precisamente su vida.

Mi caso era diferente, el trauma había borrado verdades peligrosas y aun cuando los años hubiesen convertido en polvo al hombre que había desenterrado los secretos más crueles del gobierno, las ideas habían quedado grabadas en la memoria de una huérfana. En mi memoria, sin ser escritas jamás por su propia orden.

Ahora las sabría todo el país pues las grabaría en las paredes de cada ciudad, era una misión peligrosa y sabía que me descubrirían al finalizar mi obra, o quizás antes. No podía esperar que tan solo me detuviesen, considerando que vivíamos en una dictadura disfrazada de democracia, donde las armas seguían primando ante la razón y los derechos humanos no eran más que tema de minorías políticas y adolescentes deseosos de cambiar el mundo. Yo sabía mejor que nadie, cómo operaba realmente la justicia. Pues luego de la muerte de mi padre, tuve que huir de cuidad en ciudad y rogar a Dios que mi apariencia cambiara para que dejasen de buscarme, así viví durante tres años vestida de muchacho, hasta que me dieron por muerta y pude obtener una identidad.

Fue por eso que aquella mañana falté a mi trabajo, ya estaba todo decidido, no le comunicaría mi decisión a nadie, ya que era la mejor forma de ocultarme sin implicar a terceros en mi misión.

Sé que Franco va a buscarme, pero también sé lo difícil que es encontrar a una mujer sin voz en medio de un mundo plagado de ruidos. Espero que no sea lo suficientemente perseverante como para emprender una real búsqueda, ni demasiado ingenuo como para reportar mi desaparición a la policía. Honestamente, espero que algún día asalte su mente la idea de que ha imaginado mi existencia.

FIN
Author: Anfechen
•19:50
Era tan simple y complejo como eso. Luego de vivir más de un siglo y mantenerse siempre con la mirada profunda y atractiva, estaba una vez más sola en medio de todo, o quizás de nada. La confusión era tan permanente como la frialdad de aquella roca que tenía por corazón. No siempre había sido así, hubo un tiempo en el que sí se preocupó de los demás y el ego era casi lejano y abstracto...Bellos tiempos eran aquellos, en los que el corazón papitaba celestial y blanco, sin deseo, sin locura. Sólo apasible en la rítmica y saludable frecuencia de 60 latidos por minuto. En aquel lugar sin mal, sin tiempo. Plagado de belleza natural y artificial, era un paraíso habitado por humanos, por buenos humanos, de esos difíciles de encontrar. Y qué gratificante era pertenercer a ese grupo de personas tan similares físicamente, pero únicos en su especie por semejar en alma a los ángeles. Así había sido ella, pura como el agua que avanza sin culpas de forma insistente hasta esculpir las rocas, con la misma perseverancia ella cambiaría el alma oscura de sus pares con suaves palabras. Sus níveas manos, tan suaves como los pétalos de una flor, sólo acariciarían las páginas de algún libro dedicado a entregar útil información a aquel brillante cerebro, todo para el bien común. Sus rojos y formados labios, estaban diseñados únicamente para argumentar con voz firme y serena, discursos capaces de cambiar la forma de pensar de todo un planeta. Con ese fin la habían creado, para aquello había nacido con rostro amable y agradable a la vista, para llamar la atención entre la multitud por tanta simetría y bondad en su semblante. Todo marchaba de la manera indicada por los astros, todo encajaba perfecta y matemáticamente en su vida, sin embargo, tanta bendición no podía concentrarse en una sola persona, por muy angelical que resultase. No importaba cuanto esfuerzo empeñase en ser mejor cada día. Era humana, y los humanos deben sufrir, llorar y errar, porque así ha funcionado desde siempre. Y esta vez, no sería la excepción.

Corría la primavera de 1920 cuando un hilo de vida entrañable se cortó de improviso, entonces la muerte azotó con la fuerza única de lo irrevocable. Victoria no era capaz de entender la magnitud de un sentimiento negativo, tan opresor, tan insistente y francamente insoportable. Siempre creyó que moriría al sentir algo tan oscuro y tétrico, pero su acompasado corazón latía por inercia incansable y odiosamente persistente.

Renegó contra el mundo que siempre le había parecido bello, de nada servía ahora el luminoso sol si no era capaz de entregarle calor, de nada servía el aire si era tan mezquino como para no ingresar con calidad a sus pulmones.

Nuevos hilos se cortarían y nuevos azotes irían directo a su blanco rostro, las lágrimas ensuciarían sus mejillas y borrarían de forma permanente el brillo de los verdes ojos. Su vida cambiaría y por más que la voluntad tratase de hacer algo, aquel corazón ya no podría volver atrás, no importaba cuanto lo rogase y cuantos intentos de suicidio acumulase encima, porque sólo resultaban frustrantes, como resulta el intentar dejar de respirar sabiendo que es imposible...Fue difícil de comprender, pero simultáneamente concreto; era eterna, porque no podía morir una persona que ya estaba muerta, y eso era ella. Una muerta que para su pesar debe recorrer con el peso de la persistencia en la tierra. Muerta en vida, alma en pena. Eso era ella. Y no tenía sentido luchar contra la verdad, del mismo modo que lo había tenido gastar sus energías por nobles causas. Por cierto, ahora se burlaba de aquellas creencias y blasfemaba contra todo lo que alguna vez aferró con cariño. Ya no había respeto por la vida en su corazón, su alma había desaparecido en el momento en que su sangre comenzó a fluir en sentido contrario, de siniestra a diestra, y la bomba cardiaca cambió la diástole por sístole. No recordaba el proceso de cambio, sólo que una noche en que maldecía y oraba de manera alternada, intentado alejar la tentadora idea del suicidio, ya que algo de luz aún se conservaba en ella, una voz suave y melosa pidió su alma a cambio de la anestesia absoluta. Inmersa en el dolor y aturdida intentó vociferar una respuesta afirmativa y cuando despertó de un sueño que jamás existió, su corazón arritmico y la ausencia de frecuencia respiratoria le informaron que algo había cambiado para siempre.
Pero ya había pasado mucho tiempo, muchas generaciones, cambios, aparición de enfermedades, erradicación de las mismas, guerras, declaraciones de paz y contaminación ambiental desde entonces. Victoria no sabía exactamente qué era, quizas sólo un sueño incorpóreo, probablemente un fantasma que sentía un inusual latido en el pecho. Alguien que se alimentaba con el dolor ajeno, un mito sin explicación y una leyenda jamás contada. No podía morir, como mencioné con anterioridad, y maldecía su humana cobardía por no haberlo intentado antes de aquella noche que cambió el correr de su sangre. Su frío aliento y tacto semejaba el de un cadáver, como la palidez inmutable y cetrina de su piel. Sus labios de un púrpura permanente hacían juego con sus uñas. Sus ojos continuaban verdes y sin brillo, del mismo modo que antes de la transformación. No se alimentaba de absolutamente nada, y la persistente sequedad en la garganta era la única sensación física que podía experimentar. Era esbelta, delgada y con aspecto de descuidado y frágil. No obstante, la simetría y amabilidad de su rostro, combinada con lo anterior resultaba tan inquietante como atractivo.
Su aspecto estático era el de una adolescente, deprimida, claro está, pero adolescente. No era afectada por el frío, como tampoco por el calor y el sol. Lo que la llevó a desistir de la teoría de pertenecer al mundo de los incubus. Tampoco había intentado probar la sangre de ningún tipo, ni intentado aliviar su sed crónica, pues aquel dolor era tan familiar que le recordaba la humanidad y el dominio sobre su cuerpo que hace tantos siglos no tenía. No sentía absolutamente nada, anestesia permanente y profunda como había dicho la melosa voz.
Era tan simple y complejo como eso. Cansada de vivir en búsqueda de algún tipo de sentimiento y haciendo daño desmedido en sus arranques de ansiedad, sólo para sentirse miserable, situación que no ocurrió jamás. Victoria caminó, pues a pesar de todo sentía que avanzaba sin siquiera pensarlo, y que a cada minuto su existencia daba pasos con la rotación del planeta y el movimiento de las estrellas. Trataría de vivir como humana, y ya no se marginaría en las afueras de las ciudades. El planeta había cambiado de milenio, ahora la diversidad de estilos e indumentarias la hacía menos extraña ante los demás, de seguro creerían que era parte de una tribu urbana, nadie pensaría que algo iba mal con ella. Alquiló un cuarto con dinero robado, y con asaltos a cajeros automáticos logró obtener una identidad. El único inconveniente eran sus aparentes 16 años, una edad absurda en la que no podía manejar su vida a su antojo sin tener tutores legales.
Iría a una escuela como cualquier adolescente de su edad, a fin de cuentas, hacía tanto que no tomaba un libro que sus conocimientos debían estar más que obsoletos. Victoria quería vivir, porque no habían más opciones para ella, de manera muy incómoda el no sentir dolor ni alegría, no quitaba sentir tedio y agotamiento por la rutina.
Continuará.

Author: Anfechen
•14:31
Hoy no disfrazaré mis palabras en un cuento, no ahorré ni siquiera un poco de sentimientos. Cada palabra es una negra lágrima que tiñe mi pálida mejilla. Cada linea es una marca de sal que me inunda la garganta.
No es sólo el reinante frío ni el día gris que combina con mi tristeza, son las ansias de recibir una noticia imposible. Es el infantil anhelo de que un hada madrina cambie todo lo malo por bueno, son mis siempre persistentes ganas de revivir a los muertos.
Muerto, esa palabra jamás debería definir a alguien que quiero.
Sin
Author: Anfechen
•18:22
Lo peor que puede pasarle a un corazón no es detenerse súbitamente, es seguir latiendo aún cuando no existan motivos para ello. Qué sentido tenía sentir el cálido sol abriéndose paso entre las nubes, qué gracia había ahora en las rosas del jardín tan fragantes como el perfume de aquella piel que para estos momentos pasaba de una dimensión cercana a un infinito sin tiempo o espacio.
Nada, eso era todo lo que ahora le quedaba, la nada misma mezclada con aquella hipoestesia que al contacto con el más mínimo recuerdo se transformaba de un extremo a otro, de la analgesia al sufrimiento casi letal. ¿Por qué debía ser casi? ¿Por qué la vida no se apiadaba en un último intento de demostrarle algo de amabilidad y se acaba de una vez por todas? No creía en el destino, y aún así, no se sentía merecedor de tal flagelo. Hace algún tiempo había pensado que la muerte era lo único justo en la vida, eso había ocurrido antes de que ésta le arrebatara el combustible de sus sonrisas. Entonces, nada era justo, quizás aquella palabra había sido creada por los hombres con el único fin de reglamentar la sociedad, ya que no tenía ningún significado trascendental.
Caminaba entre las sombras siempre inmerso en un cuadro en blanco y negro, recordando sus últimas palabras; "hagas lo que hagas, matente vivo". Quizás ella no sabía cuan duro resultaría...quizás lo creía más fuerte. En momentos como ese deseaba ser menos lógico, anhelaba creer en fantasmas y pagarle a alguien para que sirviera de intermediario y le comunicase con ella. Pero su cerebro continuaba tan necio y rígido como siempre.
De noche suspiraba su nombre, también en las mañanas. En un comienzo continuó con su vida con el vano intento de encontrarle algún sentido a aquella existencia sin base ni consistencia. Después de todo, el ser incorpóreo en un cuerpo concreto no debía ser tan grave. Así pasó los primeros tres años, creyendo que podría salir adelante...Pero nada ocurrió, ninguna lucha era importante sin el combustible de sus sueños.
Era patológico, eso decía la literatura, y en su calidad de psiquiatra lo sabía mejor que nadie. Había atendido casos similares, y el conocer cada una de las terapias le hacía sentir que realmente todo aquello no podría servirle jamás. Del mismo modo que para un carpintero resulta fácil encontrar problemas en los muebles ofrecidos por el mercado, el podría encontrar fallas en sus colegas y también en las terapias. Nadie podría ayudarlo, ¿Cómo podría otra persona intentar tratarlo si jamás había experimentado una fracción de su dolor? Inhaló profundo y se lamentó por todas las veces que quiso interferir en el duelo de una persona.
Lo había decidido, su pena ya no tenía cura, el suicidio no era una opción. Lo único que podría ayudar a su corazón se albergaba en la atractiva, temida y respetada locura. A fin de cuentas, el mundo trataba a los locos únicamente por un asunto de economía, ya que un desequilibrado no concuerda con las lindas palabras de producción, eficacia y progreso. El ya había agotado parte de su existencia en eso. Días completos, sin entregar sus energías a los único problemas que merecían ser oídos, los de ella. Los de aquel ángel que había decidido inmortalizar su imagen joven y exuberante en la memoria colectiva. Y ahora que se permitía ser loco, ahora cuando el tiempo libre agobiaba al ser tan extenso...ahora no podía compartirlo...
Debía encontrar la forma de alucinar con ella, de vivir en el mundo de los locos, quería padecer psicosis y también ezquizofrenia, y aunque conocía tanto causas como síntomas, no era capaz de verla.
Se internaría, eso es lo que haría, internarse en el psiquiátrico donde trabajó tanto tiempo y
conversando con los demás compañeros encontraría la forma de enloquecer.

Transcurridos cuatro otoños desde que ingresó al psiquiátrico, se dió por vencido. No había espacio para él entre aquellos que aseguraban tener un don, y al ser discriminado por los dementes, por considerarlo limitado y falto de imaginación, decidió enfrentar la vida.
Afuera todo seguía inmutable, sin sentido, aburrido y predecible, su caso era grave, tanto que ni los locos le comprendían.

Así vivió durante diez largos años, sin más alegría que la ironía, cuando ella apareció en un sueño tan vívido que le dibujó una auténtica sonrisa. No le dijo nada, sólo le observó y entonces el comprendió que en muy poco tiempo la vería por siempre. Fue por eso que comenzó a vivir, saludó a los vecinos, saludó a los compañeros de trabajo y bromeó con todos. Condujo con extremo cuidado, y no insultó a los imprudentes. Se durmió con una sonrisa en el rostro, imaginando que ella estaba en sus brazos y cuando despertó, el suave aroma a rosas le envolvió entre una lluvia de besos.


FIN
Author: Anfechen
•12:40
El paisaje cambia conforme el vehículo avanza, del mismo modo el escenario se transforma cuando el segundero, siempre obstinado, avanza de izquierda a derecha sin parar. ¿Qué será lo que le motiva tanto? ¿Es que acaso no va a detenerse jamás? Aquel reloj debería entender que lo que menos necesito en estos momentos es que el tiempo avance. ¿Será que no puede retroceder por mi? Todo indica que no.
Tomo una vocanada del viciado aire y el sol, que al parecer ya ha expirado, no consgiue irradiarme ni un poquito de su calor. Cambio de marcha y reduzco la velocidad en un infantil intento de aplacar la realidad. Pienso que mi pequeño intento de desacelerar todo, logrará que el reloj al menos se congele y me deje llorar.
Una guitarra rasguea lentamente en la radio, aquella música sintoniza con mi alma, también con mis sentimientos de profunda hiperestesia. Supongo que el dolor de perderte semeja una quemadura de primer grado, pero que en lugar de calor sólo extiende hielo a través de mis venas. La muerte congela, la vida obliga a seguir aún cuando todo parece haber pasado a otra dimensión.
Esto es lo que queda de mi corazón, sólo el anhelo de algo imposible, sólo las ganas de verte otra vez y oír que todo era una mentira. Prometo que si me lo dijeran, ni siquiera me enojaría por la broma de mal gusto.
La carretera se gasta bajo las ruedas y la insistencia, también un poco bajo la indiferencia y el frío cemento no toma ni un poco de temperatura bajo el vencido sol.
El motor ronronea suavemente, como si entendiese que cualquier sonido fuerte habría de espantarme.
He llegado al destino que no quería llegar, ahora viene el dolor más fuerte, espero que pase mi umbral. Yo sólo busco la anestecia.
Author: Anfechen
•12:33
No tuve conciencia hasta que aparecí en el cementerio en que me sepultaron, estaba sobre mi lápida y Franco me miraba calmadamente.- Creí que te irías para siempre.- murmuró. No entendí el significado de las palabras y miré con expresión torturada. ¿Irme? A dónde iba a irme si estoy muerto, respondí ofuscado. Él me dijo- Gastaste casi toda tu energía, creí que ya habías ido adonde van todos, tu sabes, los que “descansan en paz”. Me tomó algunos minutos responder, y la verdad es que respondí con una pregunta que no se relacionaba en nada con el tema. - ¿Dónde está Isabel?- En su casa, supongo, dijo Franco. Recordé la situación del espejo y se la conté aún atontado. Él abrió los ojos y me dijo. -Eso es algo muy complicado. Pero ocurre, el problema es que gasta tanta energía, que algunos empiezan a desaparecer, ya sabes como los fantasmas viejos.- No tengo idea, le dije, ya ves que soy nuevo aquí. Y entonces me dijo, que algunos vivos podían ver a sus muertos, y otros aún más escasos a varios muertos. Me explicó que los fantasmas más viejos, los que llevaban más de cien años en el limbo, comenzaban a gastar parte de su energía y sólo les podían ver el rostro, un fugaz destello del rostro de un fantasma. Eso era todo lo que veían los vivos con la capacidad extrasensorial de ver el más allá, el tiempo suficiente como para convencerse de que era una alucinación y no seguir ahondando en el asunto.
No supo decirme porqué había desaparecido y perdido el conocimiento cuando Isabel me había visto. Pero concluimos que se debía al gasto de energía y a lo emocionado que me encontraba en aquel momento. Sin pensar más en la situación, me uní al viento y viajé hasta Isabel. Ella conversaba animadamente con Marcos sobre sus planes, el la convencía de ser más cautelosa y ella respondía con acusadoras miradas de enfado. Él se ponía cada vez más serio, y yo negaba con la cabeza, pensando que así jamás la conquistaría. Llegada la hora de irse, Marcos intentó abrazarla torpemente, Isabel se apartó con agilidad y lo despidió de lejos. La cosa iba de mal en peor, y seguro que mi declaración de amor no había ayudado en nada. Me pidió que la acunara como de costumbre y me pregunté cuánto tiempo habría pasado sumergido en la inconciencia, pues Isabel evitaba recordar nuestro encuentro. Supuse que la había asustado y no querría verme otra vez.
Continuará
Author: Anfechen
•11:42
Me siento lejana, como si la concentración de anhídrido carbónico disminuyese en mi sangre, te siento lejano, como si no pudieras alcanzarme porque nos separan unos cuantos kilómetros y la frialdad de tu voz insiste en desvirtuar la cobertura de las compañías de teléfonos móviles…

Y luego recuerdo que mi mirada no refleja lo que quisieras ver en ella, un triste piano suena ahora en mi cabeza.
Me encuentro reciclando líneas y también palabras, ¿Se podrá hacer lo mismo con los sentimientos?
¿Podremos reciclar ahora, acaso, los buenos momentos?

Estoy hecha un lío, y tu sólo deseas seguir hurgando en aquellos recuerdos que te hacen sentir que tienes razón.
No te culpo, fui yo quien te contagió esa fea costumbre, corazón.

Que el tiempo acribille minutos y horas, que el cemento se gaste con el roce de la insistencia y un poco también con la fría indiferencia.
¿Será que nos había pasado antes lo de discutir por más por semejanzas que diferencias?

Unas cuántas notas resuenan en mi cabeza, aquel piano ya no me causa sorpresas.
Otras líneas nuevas, habrán de reemplazar a las viejas y yo nuevamente me excusaré por mi torpeza.

El anhídrido carbónico disminuye en mi sangre, lo que antes era concreto se torna inconstante.
Author: Anfechen
•6:32
Dejé de hablarle por un tiempo y sólo entré en su mente cuando lo consideré extremadamente necesario, es decir, en aquellos momentos en que quería autoinmolarse en alguna protesta o detonar alguna bomba. Para los de la resistencia, Isabel era la más valiente del grupo y digna de la admiración de todos, la respetaban tanto que nadie se atrevía a frenarla. La mayoría desconocía la historia de mi muerte, pues había reclutado nuevas personas en una nueva cuidad. Inteligente como era, sabía que allí nadie podría frenar una muerte por negligencia, como solía pensar ella. Su carisma resultaba abrumador. No charlaba con nadie sobre su vida privada, rechazaba invitaciones con la excusa de lo ocupada que la mantenían los planes de alguna nueva acción. Pero en realidad, cada vez que llegaba a casa se sumía en la tristeza recordándome. Cada noche me pedía que le cuidara los sueños, y la abrazara con ternura, yo lo intentaba en vano y le susurraba palabras dulces, como hacía en vida. Para mi fortuna, ella las interpretaba como un regalo del subconsciente y no como características de un duelo patológico. Aquellas horas de sueño, eran nuestras favoritas, podíamos amarnos sin culpas de ningún tipo. Ella no sentía mi ausencia, y yo me sentía casi vivo.


El otoño dio paso al invierno, y este a la primavera, las flores despedían su aroma y también sus sustancias alérgenas, Isabel siempre despotricaba contra eso. Adoraba el aroma floral, pero su sistema inmune no concordaba con sus gustos. Razón por la que solíamos limitar nuestras salidas en primavera, pues mi princesa odiaba los medicamentos, las farmacias, y se enfadaba explicando que no daría su dinero a los ricos. Yo me burlaba de su obstinación y cuando su enojo aumentaba a velocidades alarmantes, decidía que era momento de comprarle algún caramelo. Esos eran los recuerdos de Isabel un día de noviembre en que desenvolvía un kilo de dulces, mientras las lágrimas le inundaban el rostro. Se cumplían ya varios meses de mi muerte. Su pena era tan abrumadora que a veces me indignaba, y le mandaba una enorme brisa para que entendiera que no estaba sola. La reacción siempre era la misma. Se secaba las lágrimas y miraba al cielo diciendo que me amaba. Yo me acercaba a ella y un escalofrío la envolvía.

Aún con su enorme pena, debía seguir con la vida y los planes, pues el mundo no tenía minutos de su ocupada agenda destinados a llorar por mi, eso fue lo que dijo un día en que la tristeza la sacudió y le impedía salir de la cama. Entonces pensé que ya estaría superando el duelo, pero nunca era así. Sus oleadas de optimismo desaparecían tan pronto como llegaban.
Los planes de Isabel funcionaban como lo planeado, salvo en lo que su imagen generaba en los demás. Estoy seguro que si hubiese dependido de ella, jamás habría deseado enamorar tanto a un hombre. Pero, así ocurrió. El se llamaba Marcos, era un joven activista, valiente pero sensato que siempre la acompañaba para todas partes. En cuanto lo conocimos nos dio buena espina. Le hacía reír, razón por la que me agradó en seguida, pues desde la fecha de mi muerte que no había observado lo guapa que se veía sonriendo.
Pasaron unos cuantos meses, Marcos la frecuentaba cuánto podía y como era de esperar el quedó loco por ella, no lo culpo por eso, aquello podría pasarle a cualquiera, pero honestamente, lo odié en cuánto supe que la amaba tanto. Sé que fue de manera irreflexiva y estúpida, considerando que aquel idiota podía darle todo lo que yo no. Partiendo por la razón obvia de que ella si le veía y no dudaba de su integridad psíquica cuando el sujeto le hablaba. Tenía muchas razones para tener celos de él. Y no todas se relacionaban con que el tipo respirara y yo no. La verdad, era mejor hombre de lo que yo había sido en vida. No era del tipo de perdedores que entrega su vida abandonando a la mujer amada.
Un par de conversaciones entre Isabel y su pretendiente me ayudaron a odiarle menos, a fin de cuentas, enamorarse la mantendría más viva, pues la vida de mi amada, en aquel entonces no distaba mucho de la de un fantasma. Marcos era perceptivo, no necesitó saber la historia de mi muerte para comprender que algo abrumaba las noches de la hermosa Isabel, algo que él podría remediar si se lo permitiera. Sin embargo, ella parecía no percibir nada. Para Isabel, los demás eran sólo humanos, un montón de humanos uniformes. Y yo…yo pasé a ser completamente idealizado en su mente, yo era el hombre amado, ya había olvidado mis defectos, o más bien ahora le hacían reír. Justificaba cada una de mis estupideces en vida, sin notar que sujetos como Marcos, jamás las habrían efectuado. Eso sólo generaba dolor en mí. Impotencia, de ver que la oportunidad de ser feliz pasaba ante ella y estaba tan cegada por el dolor que yo había causado que era incapaz de verla.

Fue por eso que decidí entrar en su mente, si creía que estaba loca, al menos Marcos podría ayudarle a entender que no era así.- Hola, dije, sintiéndome estúpido y ansioso al mismo tiempo. Ella no se percató de nada y continuó desenvolviendo caramelos con la mirada perdida.- Te amo.- Le dije con mucha fuerza, casi sin pensarlo. Ella continuó sin oír nada. Me maldije por eso, quizás la falta de práctica me había atrofiado algo. Transcurrieron algunos minutos, cuando vi que observaba directamente a un espejo con expresión de asombro, miré en la misma dirección y me vi reflejado en él, con cara de idiota. No comprendí que ella veía algo de mi fantasmal cuerpo hasta que sofocó un grito, se restregó los ojos y me miró de nuevo. Sin saber que hacer, sonreí tímidamente. Ella mostró signos de debilidad y creí que iba a desmayarse por lo que me apresuré a decir.- Vamos, tu eres fuerte, cómo va asustarte un fantasma.- Ella se incorporó y las lágrimas volvieron a rodar alocadas por sus mejillas. Creí que me correría a gritos, pero en lugar de eso abrió los ojos y sin parpadear dijo.- Por favor no te vayas. Me sorprendió su reacción, como siempre, y me quedé tan quieto como pude, le miré a los ojos a través del cristal y susurré un cargado te amo. Olvidé por completo a Marcos y a mis buenas intenciones de hacer que ella se fijara en él. Estos preciosos minutos eran nuestros y nadie más podía tener lugar en ellos. Ella llevó sus níveas manos hacia el espejo y entonces me desvanecí.
Continuará...
Es uno de los cuentos más extensos que he escrito así que para los que se hayan enganchado con la historia, subiré una parte cada día (si alguien quiere leerla de una vez, me avisa y le envió el archivo completo).
Atte.
Anfechen.
Author: Anfechen
•11:04
Asistí a mi funeral, la bella Isabel lucía hermosa aún bajo la nube de tristeza que ensombreció su mirada, la confortaba un amigo, que para mi fortuna la convencía de huir explicando que mi último deseo había sido ese. Ella accedió entre lágrimas, mi voluntad parecía importarle más que la propia, más que la pena y el deseo de hacer nada. Siempre me fue fácil leer su rostro, su mirada transparente y expresiva me facilitaba las cosas al momento de entender lo que no lograban explicar las palabras. Isabel no quería seguir viviendo en un mundo sin mi, del mismo modo que yo no hubiese logrado vivir sin ella. Sin embargo, mi voluntad pesaba más que su tristeza, mi último deseo la alentaba a continuar con el plan que yo había dejado inconcluso. Decidió que sería mejor luchar sin descanso no sólo por un ideal que ya le parecía antiguo, ahora haría todo en mi nombre.

Mi cuerpo fue a parar tres metros bajo tierra, y la materia que me componía pasó al inevitable ciclo de transformación, así fue a dar al aire para continuar mutando infinitamente. Sin embargo, mi mente, porque así decidí llamar a lo que me mantenía atado al mundo de Isabel, continuaba alerta y sin mayores cambios. No era el único que vagaba por el mundo, muchos como yo decidían permanecer vigilando a los suyos. La primera vez que los vi llegué a sentir pánico, aún cuando sabía que ya nada peor podía ocurrirme. Ellos se burlaron y me explicaron que eran almas, otros preferían decir espíritus u otros nombres. Incluso algunos preferían ser llamados ángeles, a fin de cuentas, todos volábamos cuando llegaba el viento. Para mi eran las creencias de unos cuantos muertos, y no tenía ganas de molestar a nadie con mis ideas de la no existencia del alma. Yo era yo, y no había decidido seguir en el mundo por opción, le pertenecía a Isabel y jamás podría alejarme de ella. Para evitar líos, preferí considerarme como un fantasma, pues tenía un cuerpo similar al anterior pero sin consistencia firme. Todos éramos así, supuse que la imagen que permanecía flotando era la del momento del óbito, pues había colegas sin vida de todas las edades y mi pecho tenía un agujero.

Entablé conversaciones con otros fantasmas desde el primer momento, cada uno tenía sus propias concepciones de la muerte, y de algún modo u otro, todos vivían en un paraíso o infierno personal de acuerdo a la propia voluntad. Por tanto, aquellos que se habían creído merecedores de llegar al cielo, consideraban que el volar entre las nubes los convertía en ángeles. Quienes temían llegar al infierno, insistían en deprimirse eternamente. Aún así, me sorprendió nuestra cantidad. No éramos tantos como para creer que todos los muertos llegaban a ser fantasmas. Cuando le plantee mi inquietud a Franco, un viejo amable y con la sabiduría que la vida no había alcanzado a entregarme, me explicó que no todos deseaban flotar en lo que acordó en llamar limbo. -Estar aquí y no perderte entre la niebla infinita, es una decisión personal, y el llevarla a cabo requiere de sacrificio-, pronunció de forma solemne. No entendía qué más podría sacrificar un muerto, así que bromee con el asunto. El sólo sacudió la cabeza en señal de desaprobación y se marchó.

Mi vida transcurría en espacios cortos y simultáneamente largos, difíciles de medir y afrontar como todo lo que me azotaba, pues aún cuando el amor por Isabel me mantenía unido a la Tierra, resultaba difícil no confundirse con el viento para vagar sin sentido ni preocupaciones. Era tanta la energía consumida que perdía ciertas habilidades, como el volar, e incluso verme completamente. Notaba que mientras más la seguía y trataba de comportarme como ser vivo, más ligera se tornaba mi consistencia. Pero eso no importaba, mientras quedase algún grado de conciencia en mi fantasmal cuerpo, la seguiría por siempre. Supuse que a eso se refería Franco con aquello de sacrificios, realmente, la tentación de olvidar todo y vagar en paz se aproximaba peligrosamente. Decidí que la mejor forma de apartar esa idea era seguir a Isabel cada día, y me juré intentarlo con todo el esfuerzo que aquello requería.


Ya había pasado un mes de mi muerte, cuando Isabel se encontraba en tal grado de shock, que de forma desesperada traté de abrazarla, entonces comprendí que la muerte no me eximía totalmente de los sentimientos dolorosos, no era aquel analgésico eterno que creí en un comienzo. A medida que pasaba el tiempo, mientras más me ligaba al que había sido mi mundo, más humano me sentía, al punto de descubrir mi única certeza; estaba completamente equivocado cuando creí que nada más malo podía pasarme luego de aquella bala, cuando pensé que nada peor podía ocurrirle a un muerto. Muy por el contrario, cada día dolía más ver a Isabel sufriendo por mi ausencia. Mis colegas fantasmas lo habían advertido, pero no quise escuchar.

El otoño había arrancado unas despistadas hojas cuando Isabel decidió salir por fin de casa, se había ocultado lejos de la ciudad, por si alguien quisiese seguirla. Su cabello púrpura se encontraba oculto bajo una capucha, y la holgada ropa le daba más el aspecto de un muchacho adolescente que el de una mujer joven. Caminaba arrastrando los pasos, cansada por tener que vivir otro terrible día. Parecía tan invisible para los demás como yo, con un poco de suerte, la represión dejaría de buscarla, a fin de cuentas, luego de mi muerte habían cesado gran parte de los disturbios. De pronto, me paré frente a sus ojos y descubrí que si me concentraba en hablarle era capaz de oír sus pensamientos. En esos momentos se sentía mal por encontrarse inactiva y quieta, mientras los demás arriesgaban su vida. Ella debía estar en el frente, pues ya no tenía nada más que perder. ¿Por qué los militares no la mataban de una vez? Quizás intuían que eso sería un gran alivio para ella. Sus pensamientos me sobresaltaron, un mundo sin Isabel no era un mundo. Ella debía vivir, no por mi, sólo porque el sol no valía de nada si ella no podía verlo iluminar el cielo. Siempre había sido mejor persona que yo en todos los sentidos, más noble y justa, más sensata y cuidadosa. Era mi cable a tierra, la única persona en la que confiaba totalmente. Isabel era sin duda, más importante que cualquier idea creada por mi mente. Cuando pensé esto último, una oleada de energía proveniente de su respiración agitada me golpeó con violencia. Ella respondía a mi soliloquio.-¿Si era tan importante para ti, por qué no huiste conmigo?, ¿Por qué me abandonaste?- Sorprendido, con su respuesta le busqué con ansias, mientras mis manos le enviaban una suave brisa de regreso, no podía creer que ella me escuchara. Lo primero que pensé fue en pedirle perdón y jurarle que seguiría con ella siempre. Ella miró hacia el cielo con los ojos inundados en lágrimas y se excusó diciendo cuanto me extrañaba. Traté de hacerle entender que en el cielo sólo se encontraban los fantasmas raros que solían ir a misa en vida y sentían que el paraíso estaba allá arriba, sin considerar que incluso los blasfemos como yo podíamos subir cuando quisiésemos. En lo personal me aburría, no había más que gas y vapor de agua. Los como yo, andábamos en la Tierra, caminando como ella, junto a ella. Isabel sonrió ante mi respuesta, luego una lágrima rodó por su mejilla y murmuró que se estaba volviendo loca, miró de nuevo al cielo, siempre obstinada como era, y me pidió que no la asustara más.

Continuará
Author: Anfechen
•11:38
El sol desplegaba sus últimos rayos en el cielo gris, dentro de la habitación su pálido rostro viraba del crema al violáceo, mientras su boca cerrada intentaba impedir la fuga de aire, que en estos momentos era lo que más necesitaba. Su pecho subía y bajaba erráticamente, con un evidente apremio respiratorio. Junto a ella, en un velador estaba la fotografía que solía mirar con los ojos inundados en lágrimas, era mi semblante sonriente y vivo.
Unas gotas de lluvia salpicaron la ventana, aunque mi favorito era el viento, en otras condiciones habría agradecido el agua caída del cielo para fusionarme entre las nubes. Otra vez Isabel comenzaba a llamarme con su desvencijada voz, era frustrante no poder contestarle, aún más no poder abrazarla. Recuerdo claramente como me sentí en el momento en que morí, aunque en mi caso fue diferente, pues una bala impactó en mi corazón, y antes de notarlo ya había dejado de respirar para ser lo que soy ahora, un fantasma. Un alma en pena, como se dice, aunque prefiero lo primero ya siempre he tenido serias dudas sobre la existencia del alma.

En ese entonces, era yo un joven de 23 años, humano, por tanto albergaba un gran numero de defectos y virtudes como cualquier otro. Y claramente, tenía también aquellas características difíciles de definir como buenas o malas, era obstinado, tenaz y valiente, lo que me llevó a luchar contra las injusticias de todo tipo, y me envió directamente al cajón en que me sepultaron. Eso se consigue cuando sigues gritando, cuando luego de los golpes tu voz se oye más fuerte, cuando tu mirada es desafiante…
Recuerdo con claridad el momento, probablemente porque fue la última vez que mi cerebro trabajó en serio. Era una mañana de invierno en la capital, el concreto, los edificios, y las nubes otorgaban la sensación de estar dentro de una imagen en escala de grises, e incluso monocromática. Los únicos colores que distinguían mis ojos se encerraban en una persona; Isabel, cuyo cabello rizado y largo era de un intenso púrpura que realzaba la palidez de su rostro, dos enormes ojos azules se enmarcaban en oscuras pestañas largas y una pequeña boca roja me sonreía con nerviosismo.-¿Crees que logren detenernos hoy?- preguntó con una inusual voz ronca. Parecía orgullosa de ver la multitud que había acudido a la manifestación.- Somos demasiados- dije de forma seca y la atraje contra mi, para alejarla de un errático proyectil. No se asustó, ella no le temía a nada, observó hacia atrás y sonrió abiertamente.- Es sólo un niño- declaró con ternura. Hacía eso cada vez que deseaba maltratar a alguien por exponerla a algún estúpido daño. Esa era mi Isabel, compartía mis ideales y gritaba tan alto como yo, no se rendía ante nada y solía ser tan intransigente como encantadora.
Una ráfaga artificial elevó los panfletos que habíamos elaborado, los gritos de protestas fueron apagados ante el ensordecedor ruido de tanques. El ambiente cambió súbitamente, venían a atraparnos con armas y sabía que no dudarían en usarlas, mi rostro ya era conocido, lo lógico era que vendrían por mi y que claramente intentarían dañarla primero, pues mi sobreprotección hacia Isabel era más que evidente. Le rogué que corriera a ocultarse, se lo imploré, pues se negaba a dejarme solo. Pero, honestamente ¿Cómo podía dejarla permanecer un minuto más junto a mi?, ¿Cómo podría ver sus suaves manos intentando cubrir su rostro de una brutal golpiza? La insté a huir, era ágil y veloz, y su pequeño tamaño le permitiría encontrar un lugar donde ocultarse, confiaba en eso más que en cualquier cosa. La besé con ternura y le prometí que estaría bien. Sentí su aroma a rosas y tomé por última vez su cintura. Tal como yo esperaba corrió con agilidad hasta perderse de vista, sabía cuanto le dolía hacer esto. Me perdí entre la multitud y pude observar el creciente pánico. Los enemigos no tardarían en buscar a los responsables, vivíamos en una democracia de facto en la que cualquiera que expresase algo diferente a lo del gobierno pagaba con la diplomática y limpia aniquilación de un trabajador que pasaba de inmediato a la amplia lista de cesantes subversivos, situación que anulaba cualquier probabilidad de obtener un nuevo empleo. El capitalismo y el gobierno se aunaban para destruirnos y explotarnos por igual. Ahora bien, para los cesantes subversivos que insistían en protestar, no quedaba más opción que la cárcel. Eso si era la primera vez que te sorprendían, mi historial intacto daba fe del gran número de veces que había creado una monumental marcha para luego huir en masa y trasladarnos de cuidad. Realmente, nunca creí que vendrían sólo a detenerme. Pude intentar huir junto a Isabel, pero la perspectiva de una persecución en la que resultase herida me detuvo, lo mejor era estar alejado de ella, al menos hasta que pasara la tormenta. Los gritos se apagaban de a poco, el ensordecedor ruido de la opresión, unido al miedo, lograba que la multitud desistiera de gritar. Caminé gritando con más fuerza, y comenzamos nuevamente, los tanques no serían lo suficientemente grandes como para acallar nuestras voces, cuyo sonido no temblaba al chocar con el frío metal. Fue entonces cuando una voz amplificada por un megáfono gritó mi nombre y apellido. Mis amigos me detuvieron, todos sabíamos que nadie querría solo charlas junto a mí. Transcurridos los segundos, la voz se tornaba más amenazante, si no me entregaba dispararían a todas las personas que allí se encontraban. Aquellos ineptos soldados de plomo, estaban diseñados para disparar sin pensar. No lo dudé, no podría cargar con el peso de la culpa, Isabel en mi lugar habría hecho lo mismo. Corrí a enfrentarme a los uniformados, exigieron que me arrodillara, ansiaban mi rendición tanto como las ganas que tuvieron de tenerme a su lado como orador. Me mantuve en pie con una sonrisa de suficiencia, la gente continuaba gritando, no me rendiría nunca. Fue entonces cuando me golpearon, volví a ponerme en pié y grité con más fuerza. Vi la pistola que acabó con mi vida, el hombre que disparaba no era importante para mi, sabía que era un pobre diablo dominado por el sistema, un pobre infeliz que debía tener un arma en las manos para sentir la seguridad que todos los demás obteníamos con el solo hecho de respirar. No le miré con rabia, sino que con pena, me compadecía de ese pobre asesino y su miserable vida rodeada de temores y cobardía. El sonrió, quizás porque su retorcido cerebro creyó que yo le temía. Disparó con la crueldad clavada en los ojos, y la bala impactó en mi pecho, lo último que dije fue.- Díganle que huya, que cambie de identidad-. Hubiese querido decir más, agregar que deseaba pedirle perdón por abandonarla, que la amaba más que a todo en el mundo, pero ninguna de esas palabras fue realmente emitida, podía pensarlas, sentirlas mas no articularlas. Mi voz se apagó súbitamente. Llevé mis manos a la garganta y noté que un líquido viscoso y tibio entorpecía los movimientos, era sangre. Me incorporé con una agilidad inesperada y de manera irreflexiva traté de sentir el pulso en mis arterias, sólo encontré la leve vibración del roce de un pétalo de rosa contra una hoja. Las sensaciones eran incorpóreas y muy suaves como para ser humanas. No sé cuántos minutos acribilló el reloj de la plaza central, pues el tiempo y espacio me parecían ajenos y sin sentido. Observé el vuelo de un pájaro y vi como aparecían las primeras estrellas dispuestas a decorar el cielo. De pronto, el fuerte llanto de una mujer me trajo de vuelta al crudo escenario. La conocía, la amaba con cada parte de mi ser, o mi no ser, considerando que ya no estaba vivo, pues ningún vivo deja de sentir el dolor de un corazón roto, como me ocurría a mi en aquel momento.
Las lágrimas azules de Isabel rodaban hasta mojar aquel largo cabello púrpura, estaba desesperada y sola en medio de la calle inundada de gente y algarabía. Traté de tocarla, pero esta vez sólo sentí el roce del aire contra la brisa del mar. Isabel se estremeció en sollozos silenciosos jurándome amor eterno. Debí morir de tristeza, pero no me era posible, no en la suavidad de la brisa, no en el nuevo estado en que no sentía ni frío, ni calor, ni dolor, ni dicha. Yo era la nada, mezclado con el todo.
Continuará...
Author: Anfechen
•18:19
Esperando que un rayo de inspiración me visite noto que el viento ha perdido un cuarto de energía, mientras las temperaturas aumentan y el calor me sofoca.
Circundantes balas atraviesan los cuerpos anestesiados por el letargo rutinario y es que vivir en el sistema nos demuestrra que inactivos desaparecen los sueños al aparecer frente a ellos ese sucio dinero, el que derrite los mundos y hierve los instintos, nada distinto...
Ostentosos esbirros que vestidos de seda nos enseñan a callar al unísono y a desaparecer como el ozono en los cielos.
Aerosoles e infiernos se hacen parte esencial de este juego, destruir sin parar. Aguantar que unos cuantos se rian a carcajadas y mientras tanto...¿Qué queda a los que no nos resignamos? Un calor espantoso y lluvias veraniegas.
Un sin fin de nefastos acontecimientos, eso es todo lo nos queda. Es curioso pero destrucción me evoca inmediatamente un puñado de barras y estrellas. Es que ahora temo ir a comprar cabritas y en lugar de ello encontrar pop corns. Disculpen hermanos mios, he olvidado que ese era justamente el precio de la globalización.
Queramoslo o no, odiemoslo o no, somos parte de este sietema, somos motores de contaminación, una plaga de entes pensantes productores de combustión.
Pues la ambición no permite dicernir esta situación. Un mundo que al unirse acelera e incrementa sus mecanismos de destrucción. Y por si fuera poco todo esto planificado y exhibido por la televisión. Linda fábrica de zombies y soldados secos, se encuentran en campos arados, irrigados con lágrimas de campesinos exporpiados por las lumas del E$tado. Esa grotezca abstracción que hace posible toda forma de dominación.
Esto es algo que escribimos con el sr. Tokkers una tarde de verano, un trozo de cada uno. Ahí adivinen a qué personaje corresponde cada párrafo...jajaja