Author: Anfechen
•11:04
Asistí a mi funeral, la bella Isabel lucía hermosa aún bajo la nube de tristeza que ensombreció su mirada, la confortaba un amigo, que para mi fortuna la convencía de huir explicando que mi último deseo había sido ese. Ella accedió entre lágrimas, mi voluntad parecía importarle más que la propia, más que la pena y el deseo de hacer nada. Siempre me fue fácil leer su rostro, su mirada transparente y expresiva me facilitaba las cosas al momento de entender lo que no lograban explicar las palabras. Isabel no quería seguir viviendo en un mundo sin mi, del mismo modo que yo no hubiese logrado vivir sin ella. Sin embargo, mi voluntad pesaba más que su tristeza, mi último deseo la alentaba a continuar con el plan que yo había dejado inconcluso. Decidió que sería mejor luchar sin descanso no sólo por un ideal que ya le parecía antiguo, ahora haría todo en mi nombre.

Mi cuerpo fue a parar tres metros bajo tierra, y la materia que me componía pasó al inevitable ciclo de transformación, así fue a dar al aire para continuar mutando infinitamente. Sin embargo, mi mente, porque así decidí llamar a lo que me mantenía atado al mundo de Isabel, continuaba alerta y sin mayores cambios. No era el único que vagaba por el mundo, muchos como yo decidían permanecer vigilando a los suyos. La primera vez que los vi llegué a sentir pánico, aún cuando sabía que ya nada peor podía ocurrirme. Ellos se burlaron y me explicaron que eran almas, otros preferían decir espíritus u otros nombres. Incluso algunos preferían ser llamados ángeles, a fin de cuentas, todos volábamos cuando llegaba el viento. Para mi eran las creencias de unos cuantos muertos, y no tenía ganas de molestar a nadie con mis ideas de la no existencia del alma. Yo era yo, y no había decidido seguir en el mundo por opción, le pertenecía a Isabel y jamás podría alejarme de ella. Para evitar líos, preferí considerarme como un fantasma, pues tenía un cuerpo similar al anterior pero sin consistencia firme. Todos éramos así, supuse que la imagen que permanecía flotando era la del momento del óbito, pues había colegas sin vida de todas las edades y mi pecho tenía un agujero.

Entablé conversaciones con otros fantasmas desde el primer momento, cada uno tenía sus propias concepciones de la muerte, y de algún modo u otro, todos vivían en un paraíso o infierno personal de acuerdo a la propia voluntad. Por tanto, aquellos que se habían creído merecedores de llegar al cielo, consideraban que el volar entre las nubes los convertía en ángeles. Quienes temían llegar al infierno, insistían en deprimirse eternamente. Aún así, me sorprendió nuestra cantidad. No éramos tantos como para creer que todos los muertos llegaban a ser fantasmas. Cuando le plantee mi inquietud a Franco, un viejo amable y con la sabiduría que la vida no había alcanzado a entregarme, me explicó que no todos deseaban flotar en lo que acordó en llamar limbo. -Estar aquí y no perderte entre la niebla infinita, es una decisión personal, y el llevarla a cabo requiere de sacrificio-, pronunció de forma solemne. No entendía qué más podría sacrificar un muerto, así que bromee con el asunto. El sólo sacudió la cabeza en señal de desaprobación y se marchó.

Mi vida transcurría en espacios cortos y simultáneamente largos, difíciles de medir y afrontar como todo lo que me azotaba, pues aún cuando el amor por Isabel me mantenía unido a la Tierra, resultaba difícil no confundirse con el viento para vagar sin sentido ni preocupaciones. Era tanta la energía consumida que perdía ciertas habilidades, como el volar, e incluso verme completamente. Notaba que mientras más la seguía y trataba de comportarme como ser vivo, más ligera se tornaba mi consistencia. Pero eso no importaba, mientras quedase algún grado de conciencia en mi fantasmal cuerpo, la seguiría por siempre. Supuse que a eso se refería Franco con aquello de sacrificios, realmente, la tentación de olvidar todo y vagar en paz se aproximaba peligrosamente. Decidí que la mejor forma de apartar esa idea era seguir a Isabel cada día, y me juré intentarlo con todo el esfuerzo que aquello requería.


Ya había pasado un mes de mi muerte, cuando Isabel se encontraba en tal grado de shock, que de forma desesperada traté de abrazarla, entonces comprendí que la muerte no me eximía totalmente de los sentimientos dolorosos, no era aquel analgésico eterno que creí en un comienzo. A medida que pasaba el tiempo, mientras más me ligaba al que había sido mi mundo, más humano me sentía, al punto de descubrir mi única certeza; estaba completamente equivocado cuando creí que nada más malo podía pasarme luego de aquella bala, cuando pensé que nada peor podía ocurrirle a un muerto. Muy por el contrario, cada día dolía más ver a Isabel sufriendo por mi ausencia. Mis colegas fantasmas lo habían advertido, pero no quise escuchar.

El otoño había arrancado unas despistadas hojas cuando Isabel decidió salir por fin de casa, se había ocultado lejos de la ciudad, por si alguien quisiese seguirla. Su cabello púrpura se encontraba oculto bajo una capucha, y la holgada ropa le daba más el aspecto de un muchacho adolescente que el de una mujer joven. Caminaba arrastrando los pasos, cansada por tener que vivir otro terrible día. Parecía tan invisible para los demás como yo, con un poco de suerte, la represión dejaría de buscarla, a fin de cuentas, luego de mi muerte habían cesado gran parte de los disturbios. De pronto, me paré frente a sus ojos y descubrí que si me concentraba en hablarle era capaz de oír sus pensamientos. En esos momentos se sentía mal por encontrarse inactiva y quieta, mientras los demás arriesgaban su vida. Ella debía estar en el frente, pues ya no tenía nada más que perder. ¿Por qué los militares no la mataban de una vez? Quizás intuían que eso sería un gran alivio para ella. Sus pensamientos me sobresaltaron, un mundo sin Isabel no era un mundo. Ella debía vivir, no por mi, sólo porque el sol no valía de nada si ella no podía verlo iluminar el cielo. Siempre había sido mejor persona que yo en todos los sentidos, más noble y justa, más sensata y cuidadosa. Era mi cable a tierra, la única persona en la que confiaba totalmente. Isabel era sin duda, más importante que cualquier idea creada por mi mente. Cuando pensé esto último, una oleada de energía proveniente de su respiración agitada me golpeó con violencia. Ella respondía a mi soliloquio.-¿Si era tan importante para ti, por qué no huiste conmigo?, ¿Por qué me abandonaste?- Sorprendido, con su respuesta le busqué con ansias, mientras mis manos le enviaban una suave brisa de regreso, no podía creer que ella me escuchara. Lo primero que pensé fue en pedirle perdón y jurarle que seguiría con ella siempre. Ella miró hacia el cielo con los ojos inundados en lágrimas y se excusó diciendo cuanto me extrañaba. Traté de hacerle entender que en el cielo sólo se encontraban los fantasmas raros que solían ir a misa en vida y sentían que el paraíso estaba allá arriba, sin considerar que incluso los blasfemos como yo podíamos subir cuando quisiésemos. En lo personal me aburría, no había más que gas y vapor de agua. Los como yo, andábamos en la Tierra, caminando como ella, junto a ella. Isabel sonrió ante mi respuesta, luego una lágrima rodó por su mejilla y murmuró que se estaba volviendo loca, miró de nuevo al cielo, siempre obstinada como era, y me pidió que no la asustara más.

Continuará
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2 comentarios:

On 25 de febrero de 2010, 12:09 , Anónimo dijo...

Bien.. y cuando continua?
c.n

 
On 25 de febrero de 2010, 12:42 , Anfechen dijo...

continúa mañana, es como una teleserie!!! jajaja