Author: Anfechen
•9:36

Son las 9:00 pm del viernes 31 de octubre de 2008, y dos alternativas me animan a realizar actividades que alteren mi rutina. Por un lado se presenta la posibilidad de entregar caramelos a los pequeños disfrazados que con calderos en mano, gritarán a mi puerta “Dulce o travesura”, situación que responde a aquella importada tradición de no más de una década de trayectoria, ingresada a este lado del mundo como gentileza de las multinacionales que colonizan nuestro país. Así, el pasar en casa un 31 de Octubre supondría entregar dulces, validando la “Noche de Halloween”, sincretismo cultural que aún no adquiere muchas variaciones en el contacto con nuestro país. Sin embargo, teniendo o no algo nuevo o incorporado, lo que puedo asegurar es que si refleja aquel componente tan arraigado desde hace ya bastante tiempo en los chilenos, me refiero al capitalismo en su máxima expresión, disfrazado con sombreros de brujas, calabazas y calderos, y aquello que los niños necesitan para poder salir en este día, del que se desconoce origen y motivo. Convirtiéndose en una de las tantas fechas creadas con fines comerciales, comparable con la de navidad, San Valentín y otras importaciones lejanas que hoy son muy cercanas, gracias a las multinacionales y sus decoradas vitrinas. Así es, de la forma más chilena posible en una agradable noche de Octubre, un singular grupo de pequeños habrán de ir a recolectar dulces en las casas que estén de acuerdo con esta nueva fecha instaurada, la que de seguro, será conocida en el futuro y se ampliará a más casas, y porqué no decirlo, ampliará las sumas de las distribuidoras de caramelos.
Por otro lado, la invitación de asistir a la Misa de la Luz, realizada en el Cementerio General, es algo que termina por llenar mi interés. Es por ello que en estos momentos me dirijo al cementerio. Me sorprendo al observar que ya se han instalado los puestos destinados al expendio de distintas cosas para el 1º de Noviembre, que varían desde flores hasta ropa y utensilios para el hogar. Esta noche, mientras algunos instalan sus puestos, otros ofrecen velas para la misa. Continúo mi caminata acompañada de un grupo importante de personas católicas, en su mayoría, cada uno de ellos busca el modo más rápido de obtener una vela, lo que no es difícil, algunos han optado por la compra de objetos luminosos que funcionan con pilas y además traen música.
Son las 9:10 pm, y avanzo en mi camino hacia el cementerio, un vendedor me ha ofrecido unas velas, aunque el escenario es lúgubre, la gente se ve animada. A la entrada se ha montado un escenario y un altar, el Sacerdote acaba de dar inicio a la misa. En ella participan aproximadamente 600 personas, cada una de ellas porta al menos una vela, que aún no ha sido encendida. La misa, un importante ritual, arraigado en América gracias a la invasión o conquista, según se le quiera llamar, de los Españoles, un rito que recuerda el evangelio de la Biblia, libro sagrado de los cristianos. Así, el Sacerdote nos explica sobre la palabra de Dios, y la gente responde según lo que se ha dicho antes; amén, con tu espíritu, entre otras frases.
La misa contempla también un espacio para la entrega de ofrendas, y entonces dos feligreses se acercan con un par de cestas destinadas a recibir la donación (ofrenda) voluntaria de cada uno de los asistentes. Es este el lazo que une lo mundano con lo celestial, es una sencilla moneda, un trozo de metal acuñado, lo que ha de unir nuestro mundo capitalista con aquello glorioso y celestial. Entonces me pregunto, ¿Hay algo más valioso que ofrecer que el dinero? Es probable que la respuesta sea; no. Considerando nuestra cultura occidental en la que el rol social más importante es precisamente el que recibe de remuneración y no necesariamente aquel que nos brinde más felicidad o amor. Pues, aunque exista un gusto o vocación por lo que se hace, de un modo u otro, lo importante es que esto nos permita subsistir, y el modo que utilizamos es el imperfecto, detestado y amado capitalismo.

CONTINUARÁ...
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