Author: Anfechen
•20:22
Caminaba apurada, no porque tuviese algo mejor que hacer en mi día libre, sólo por la costumbre de estar apurada, y porque al parecer ya no sé caminar de otra manera.
Ingresé a la librería, lugar que jamás he entendido por qué tiene ese nombre, más de un 98% de los que ofrece corresponde a artículos de oficina, y el resto a textos escolares.
Mi objetivo era sólo uno, comprar Sic-fix (no me pagan por promocionarlo, pero es de esas marcas generalizadas que si las nombras todos imaginan la barra de adhesivo). Me tomó unos 10 minutos de espera que me atendieran, ¿De verdad tanta gente necesita artículos de oficina un día miércoles por la tarde? Todo parecía indicar que sí.
Nunca he sido buena para esperar que me atiendan, francamente no soy buena esperando...me genera ansiedad, no sé si los números de turno es mejor o peor para mi ansiedad...quizás mejor, al menos asegura que me verán. El caso es que ahí estaban esas muchas e incontables personas, todas más visibles que yo con mis escasos kilos y mi metro 66 que tampoco es gran cosa. Confiaba en que mi cara de desesperación compadeciera a los vendedores en algún momento. Hacerme visible de otro modo sencillamente no era opción. Saltar o gritar, definitivamente no.

Los minutos avanzaban y yo odiaba a los que estaban antes que yo, no obstante pude ver varias cosas curiosas. Sacapuntas extraños que en mis tiempos de escolar francamente no existían, temperas fluor, metalizadas y de cientos de variedades. Palabra, que no me extrañaría que existiesen temperas con sabor o algo así. Una goma que prometía borrar rápido, quién no la querría, eliminar tus errores antes de que vean que te equivocaste, si escribiera con grafito me la compraba. Me distraje observando más objetos, pero ya nada me llamaba poderosamente la atención, así que escribí un mensaje rápido a mi amigo Gonzalo, informando de mi aburrimiento. No me parecía justo sufrir sola y resistir la ansiedad si existía la oportunidad de que alguien más fuese partícipe de mi malestar. Mi amigo se burló y amenizó en parte la espera.
Finalmente desapareció la multitud y una de las vendedoras logró verme y preguntar qué quería. Seré honesta, quise decir; "Sólo quiero un méndigo stic-fix y odio cada minuto que he pasado en este lugar, odio el sistema que tienen en esta librería, y odio también la librería y...", pero no es de ciudadanos normales y equilibrados responder así. La corteza frontal de mi cerebro hizo su trabajo como siempre y me obligó a decir; "Un sitic-fix chiquitito y...una corchetera, por favor". Lo de la corchetera fue de improviso, considerando la espera de 10 min, mejor llevar todo lo necesario de ese lugar de una vez. Además, ¿Hay algo más universalmente necesario que una corchetera? De seguro habría papeles que corchetear en mi casa, bastas de pantalones que no cosería, pantalones descosidos de tus amigos en tu cumpleaños, añadió mi amigo Gonzalo desde su celular. En fin, la corchetera era necesaria, hasta me imagine lanzando corchetes a algún atacante...(obvien esa parte si les parece muy estúpida).

Caminamos hacia el pasillo de las corcheteras, de forma paralela. La vendedora sabía adonde iba, yo la seguía con pasos inseguros sin saber bien adonde llegaríamos y el mesón era una barrera entre las dos. Al fin llegó al lugar de las corcheteras y ¡Rayos! Ya no sólo hay un tamaño sino que tres o más. Pedí una mediana. Ni idea de si eso es bueno o malo, pero en general, lo bueno tiende al equilibrio, no veo razón para que eso no se aplique a las corcheteras. La muchacha me entregó un papel que era algo así como un cartel que decía "ríete de mí", mi papelito de humillación personal, porque tuve que ir con él hacia una gran fila para pagar. Y ¡Ahí estaban! las mismas personas que antes se aglomeraban frente al mesón, ahora alineados en fila india frente a la caja, en algún momento pensé que se habían esfumado... No sé si la fila los hacía peor o mejor, me arrepentí de no haber entablado conversación con alguno de ellos, para ser honestos, con todo el tiempo que llevábamos en aquel lugar podría hasta haberme aprendido los nombres de sus mascotas. Los reconocí por sus ropas, allí estaba la familia de lila (supongo que eran familiares, una señora adulta mayor, una adulta con edad para ser mamá de la adolescente rubia que estaba justo antes que yo. Todas usaban chalecos del mismo color, me pregunté si sería el color de moda). Yo iba vestida con uno de mis atuendos favoritos, falda gris, camisa listada también gris y chaleco negro y botas negras. Escala de grises, me gustaba imaginar que si alguien hubiese tomado una foto lo único de color en mi sería...¿Nada?

Muchos minutos más y al fin pude pagar, me entregaron 3 papeles más, de manera muy torpe le entregué todos los papeles a la vendedora para que me entregara mi compra. En serio, había varios problemas en el sistema de la librería, ni siquiera sabía cuál de esos papeles era mi boleta, cuál se entregaba, cuál era el papelito de humillación. Todos blancos con letras negras y de material suave y brillante. La chica seleccionó el papel me lo mostró, como si yo quisiera aprendérmelo y al fin me fui de ese lugar, caminando rápido, de nuevo.
Llegué hasta el auto, pagué el estacionamiento. Traté de no indignarme cuando el señor del parquímetro me hizo señas para salir, cual si yo no pudiese hacerlo sola. Escuché Warcry y todo el trayecto mejoró, porque el mundo puede caerse, pero si yo escucho Warcry, todo mejora de forma sustancial.
Al fin en casa, obviamente lo más interesante que compré fue la corchetera, así que la tomé pensando en cuántos usos podría tener y mi sorpresa fue enorme al detectar que no contenía corchetes. ¿Cómo es posible que vendan una corchetera sin corchetes? ¿De verdad este mundo capitalista está tan jodidamente mal? ¿Les cuesta mucho incluir unos 10 corchetes por corchetera? Y si la vendedora sabía que no traía los malditos corchetes, ¿Le costaba mucho contarme esa gran verdad? De acuerdo, ella estaba ocupada y quizás odiaba a todos los que estábamos ahí, incluso más de lo que yo puedo odiar a los fabricantes de corcheteras que no incluyen corchetes. La culpa no era de la vendedora, la culpa era del jodido sistema capitalista.
Y la lección que aprendí hoy no fue precisamente sobre comprar corchetes..."Sabes que el mundo es mezquino y egoísta cuando notas que los fabricantes de corcheteras no incluyen corchetes de prueba en sus productos". Y luego esperan que me comporte como ciudadana normal...

Y ese fue el relato de hoy, informó para uds.

Anfechen


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