Author: Anfechen
•10:50


By Anfechen.

Sin duda las donuts clásicas eran incapaces de saciar los voraces instintos de supervivencia de estas dos creaturas adictas al extracto de cacao. Así continuaban caminando en las calles de Los Andes, simulando ser dos humanos normales, aunque aquellas manchas de una sustancia viscosa, oscura de suave y envolvente aroma, exaltaban aún más su nociva costumbre de asaltar las estanterías de cada supermercado, emporio o almacén más cercano.
El día terminaba y el sol ya se apartaba del todo cuando por fin terminaron de engullir vorazmente las donuts clásicas, un burdo intento de saciar su verdadero deseo de sentir el agradable sabor a cacao mezclado con la textura única, con el amargor tan característico de la más famosa proveedora de vitamina C, la naranja, indisputablemente la más noble fruta que les entregaba el lejano oriente. Nuevos minutos y horas se suicidarían hasta que al fin Tok y Anfechen desistieran y postergaran el insoslayable deseo de subsistir a través de algo más que un simple sucedáneo de la mezcla de sabores que originaban unas donuts orange bitter. Y así cada uno durmió en su propio infierno onírico, mientras sus atormentados subconscientes plagados de ansiedad recordaban la noche entera; “No es lo mismo una donuts clásica que una orange bitter”.
Llegada la hora del crepúsculo, Tok y Anfechen emprendieron camino hacia una nueva batalla. Hoy nada en el mundo, absolutamente nada podría impedir que sus paladares se saciaran de donuts orange bitter. Poco importarían hoy las interminables filas y las fatídicas fechas de inicio de mes.
Sin embargo, no contaban con los obstáculos que impondría la naturaleza, el cielo se encontraba encapotado, y un frío viento, enemigo natural de Anfechen, calaba los huesos. Tok encontraría entonces la solución, le ofreció su chaleco y decidieron cobijarse del frío en el lugar más idóneo; el supermercado Express. Algo así como un templo contemporáneo capaz de satisfacer los deseos humanos y mutantes. Entraron y la voz de John Secada gritaba, “Ya… yaaaaa no puedo más”, canción que sacaba carcajadas a Anfechen.
A diferencia de la batalla anterior hoy disponían de algo muy valioso, tiempo. Así que decidieron pasear lentamente por cada pasillo hasta impregnarse del acojedor calor de un maldito supermercado, templo del capitalismo, asunto enemigo natural de ambos. El caso es que el frío y el hambre, una vez más obligaban a realizar la transacción, unas cuantas de esas cositas redondas metálicas, que curiosamente traen la figura de una mapuche (como si ellos aprobarán este sistema económico), bastaban para satisfacer las más básicas necesidades.
Y en medio de todos los productos apareció el comestible más multiuso que una pareja de mutantes pudiese imaginar, ahí estaba iluminado en su flamante envoltorio verde nada más ni nada menos que un puré de manzana. Continuaban haciendo la hora para buscar los lentes de la miope Anfechen, que se encontraban en reparaciones, cuando de pronto un grito cargado de ira, groserías y otras cosas indescriptibles, los obligó a girar la cabeza y abandonar un envase de porotos negros, no arios. En fracción de segundos, un guardia corría, una mujer gritaba improperios, mientras las cajas sonaban monótonamente con su habitual pip, pip, ritual que engrandece al dios del capitalismo, que se enorgullece al oír los himnos de alabanza cuando la ofrenda impregnada de un código de barra se desliza a través del láser.
Tok y Anfechen, ya contaminados con la idea de no intervenir en conflictos ajenos, siguieron en la búsqueda de las galletas, y encontraron al fin un alto de Donuts Orange Bitter, apiladas, sonrientes, deliciosas, seguimos!
Finalmente, decidieron llevar dos en lugar de un paquete de galletas y se pusieron en la fila de entregar ofrendas al dios capitalismo. Llegado su turno de cancelar, digo entregar la ofrenda, observaron a otro de sus enemigos naturales. Un paco alias Carabinero de Chile, caminaba con estilo de policía de película gringa raudamente hacia una puerta que probablemente conducía a una nueva dimensión desconocida. Luego de comprar se enteraron que lo ocurrido era lo que temían, un asalto, gobernado por la ira y la violencia, de un sujeto del que poco sabían pero les hizo mala impresión que golpeara a un guardia, una mujer y un ancianito en su intento por escapar con el botín de algún consumidor, digo feligrés. Alguien prestaba atención al herido, mientras el pacabinero avanzaba de un lado a otro, entonces Tok y Anfechen salieron del atestado lugar para encontrarse con el frío viento andino. No esperaron hasta llegar a un sitio cómodo y comenzaron a comer las galletas disfrutando nada el primer paquete para notar el sabor de cada una de ellas en el segundo. Tal como lo recordaban, el sabor amargo de la naranja les otorgaba ese toque especial y único. Por fin podrían tener dulces sueños, ya nadie pagaría las consecuencias de un par de iracundos mutantes hartos de someterse a los rituales del capitalismo.
FIN.
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2 comentarios:

On 10 de marzo de 2009, 10:51 , Unknown dijo...

Podrían comenzar a hacer galletas y de pasada me enseñan ^^, así evitarían tanto "ritual capitalista".
Entretenido relato, me gustó =)

Beso y abrazo!

Saludos!

 
On 11 de marzo de 2009, 16:53 , Anfechen dijo...

JAJAJAJAJAJAJA dale!, galletitas con naranjita y late late jojojo
Saludos!
Un abrazo