Author: Anfechen
•18:00
By Tok y Anfechen


Érase una vez en un cálido y monótono pueblo llamado Los Andes, (más conocido por los afuerinos como “Lo Ande”) una pareja de inhumanas criaturas llamadas Anfechen y Tok. La primera tenía el aspecto de una dulce muchachita, alta, delgada, de grandes ojos de un color indescriptible, con un rostro afable y una sonrisa que podía contagiar hasta la más amarga persona. El segundo, un sujeto absolutamente desquiciado, de pequeños ojos y largas pestañas, con ideas atolondradas y unas un tanto más cuerdas. Eran aparentemente normales, es decir, ni pokemones, ni emos, ni nada similar. Pero tras su “intachable” fachada ocultaban el más indeseable misterio, peor que el de cualquier tribu urbana.
Ese día se reunieron en el parque para observar el cielo tumbados en el pasto, allá a la distancia algunos humanos que reconocieron como otakus, según la descripción entregada por Animal Planet, comenzaban su etapa de iniciación tribal disputando quién iba a ocupar el lugar de macho alfa al interior de la manada urbana. Naruto Yaoi discutía con Gravitation y en un arranque de ira homosexual y gaysismo, de quitaron sus oscuras poleras, rodaron colina abajo y se rasguñaron dejando salir femeninos alaridos de dolor. Así, el dulce sabor de la victoria embargaba a Naruto Yaoi quien reclamaba ante sus pares su nuevo lugar dominante en la tribu. Lo que se traducía en un inagotable flujo de series animadas y exclusivas figuritas de acción con las cuales no podría jugar nunca ni exponer al aire, porque perderían su poder totémico. Este circo de cultura emergente extraía carcajadas de Anfechen y Tok, ante una forma de vida tan “diferente”[1].
Todo iba bien hasta que el misterioso rasgo que los convertía en mutantes aflorara de manera descontrolada. Entonces Anfechen comenzó a refunfuñar y una mirada severa se apoderó de su rostro. Tok lo entendió, tenía hambre, debía conseguir alimentos ricos en calorías, grasas trans, amarillo crepúsculo y otros colorantes nocivos. O atenerse a las consecuencias del estomago vacío y la naturaleza hostil de su compañera. De esta manera comenzó su larga travesía por las atestadas calles de Los Andes, con un irrevocable objetivo; obtener deliciosas y auténticas Donuts Orange Bitter. Lo único capaz de calmar el instinto homicida, brutal y despiadado de Anfechen. Esta situación los obligaba a enfrentar quizás la más dura prueba de sus vidas; someterse a la cotidiana humillación de hacer una larga fila en una de las más nobles y masivas sucursales del sistema capitalista; el supermercado, bellos monumentos a la destrucción del almacén de doña Glaaadis.

Los ojos de Anfechen adquirían una tonalidad rojiza y sus manos se empuñaban en una sinfonía de violencia sublimada que ni las “Nonitas”, los “Rigochoc” y los más económicos “Palitos” vulgares imitaciones de las afanadas Donuts podían disipar. Tok debía hacer algo ya que no solo lo consternaba el estado agresivo de su compañera, sino que el hambre se apoderaba de su hipotálamo.
Cogió la mano de su novia y compañera llevándola con presteza hacia el Lider cuyo nombre no daba cuenta de su precaria realidad de hacinamiento, ineficacia, cajas “Express” que de rápido sólo era el tiempo que tomaba irritar a los consumidores y seguimos!
Allí afuera otros templos de alabanza al capitalismo, reconocidos por taponar las arterias humanas, invitaban a unirse a las atestadas filas. Entre ellos, unos amigos de Anfechen despotricaban en contra de los proveedores de comida rápida. Al fin dentro de supermercado encontraron las Donuts, en seguida, a pesar de que las distracciones abundan en un hipermercado, en donde lo común es salir a comprar pan y llegar a casa con, poleras, cremas, y un DVD. Allí estaba, el único alimento capaz de amainar a la irascible anfechen. Cogieron las galletas, llegaron a la caja y claro, estaba repleta. Calcularon el tiempo, saldrían en mínimo 30 minutos. Todo para pagar $390, pensaron en hurtar el paquete de galletas sólo para no hacer esa asquerosa fila, pero estaban contaminados de moralidad y desistieron al instante. Finalmente, pudo más el tedio a hacer la fila, salieron del lugar raudamente y caminaron mientras el sol desplegaba sus últimos rayos.
La mirada de Anfechen cambiaba de color peligrosamente y su rostro era aún más pálido que de costumbre, Tok prometía que encontrarían Donuts en algún otro templo, el había visto unas en un pronto Copec. Sin pensarlo llegaron hasta allí, y la sonrisa del primo de Anfechen, que trabaja en aquel lugar, traía buenas noticias, había galletas Donuts. Rápidamente ambos recorrieron el paquete; no había naranjas pintadas en él. Lo que significaba una sola cosa, eran Donuts Clásicas, insípidas. El hambre fue mayor, así que las compraron y engulleron en el camino a casa, estaban derretidas y el chocolate les cubría los dedos. El paquete quedó vacío, Tok observó a Anfechen, cuya expresión era ausente, claramente no estaba satisfecha y tampoco él. Situación peligrosa para todos aquellos que les rodearan en las próximas 48 horas. El mundo sería testigo de la ira de un par de mutantes.

Continuará…

[1] Ni mejor ni peor, sólo “Diferente”.
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3 comentarios:

On 3 de marzo de 2009, 18:39 , Dai.Bot dijo...

LOL
ROFLMAO
xDD

 
On 3 de marzo de 2009, 20:00 , Rodrigo Pereira dijo...

Absolutamente notable la historia mon amour.

No me pude aguantar hasta verla mañana así que casi de chiripa alcancé una red errante y me conecté para leer el final de la historia.

me yustó mucho mucho!!! y me reí como condenado


:-D

te aroro mi niña

besitos
TOk TOkkeRS

 
On 4 de marzo de 2009, 16:15 , Unknown dijo...

Mmmm me parece que Anfechen y Tok son bastante humanos, quizás en exceso =).
Sobre la moral mmm si bueno todos estamos contaminados, no por nada nacimos en un mundo cristiano, sería genial abstraerme y crear nuestra propia moral, una totalmente nueva y distinta.

Jaja como último aporte decir que cuando las galletas de chocolate estan derretidas me frustro tanto que ni ganas me dan de comerlas, me imagino como debieron haber estado para hacerlo.

Saludos!!